Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



domingo, 6 de junio de 2010

La Mujer y el respeto a su cuerpo.

Un aspecto importante para toda persona, y en especial para las mujeres por todo el significado que para ellas tiene, es su cuerpo al cual le deben un trato digno y respetuoso.

A través de su cuerpo pueden comunicarse con los demás y expresar su feminidad y su personalidad. Está su cuerpo ideado de manera que pueda concebir y alojar la vida de otro ser humano distinto a ella, lo que enaltece aun más el valor del cuerpo femenino. Por todo esto le debe un especial cuidado.

A través de su cuerpo se expresa también su alma, esa alma de quien se sabe hija de Dios. El ser humano no es tal si no tiene un cuerpo. Los seres humanos somos espíritus encarnados, no somos ni solo almas ni solo cuerpos por lo tanto llegaremos a ser mejores seres humanos, mejores personas en la medida en que estos dos aspectos estén totalmente integrados y desarrollados. Debido a la esencial unidad de cuerpo y espíritu también la belleza en las personas no es una cualidad solo exterior, la armonía, la proporción y la gracia que acompañan la belleza son cualidades de la persona, de la relación que hay entre su cuerpo y su alma.

EL respeto y el cuidado del cuerpo de la mujer exigen de ella un cierto pudor y modestia tanto en el vestir como en el actuar. Con relación a la pureza del cuerpo la iglesia nos enseña lo siguiente: ≤La pureza exige pudor. Este es parte integrante de la templanza[1]. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que bebe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas≥[2].

Tanto hombres como mujeres estamos llamados a la castidad. La castidad consiste en el dominio de sí mismos y de la propia sexualidad que debe estar ordenada según el designio de divino a realizarse en el amor de los esposos y a trascender dentro de ese don mutuo del esposo y de la esposa en la generación de la vida de los hijos. El ejercicio de la castidad conlleva a superar nuestros instintos y nuestras debilidades y para ello debemos antes comprender que no somos solo cuerpo, solo carne, que somos seres humanos dotados de alma, razón y voluntad y que lo que hagamos con nuestro cuerpo afecta a todo nuestro ser y tiene una incidencia importante en nuestra vida. La castidad tiende a armonizar los diversos elementos que componen la persona y a hacer superar la debilidad de la naturaleza humana manchada por el pecado.

Opuesto a lo antes citado, entre las propuestas que los movimientos feministas de los años 70 presentaban a las mujeres como una manera de liberarse de la opresión a la que estaban sometidas, está el así llamado “derecho” a usar su cuerpo de manera libre, a exhibirlo de manera agresiva y a gestir su propia sexualidad de una manera desproporcionada, desvinculándola de la relación amorosa-afectiva que debe existir entre un hombre y una mujer, y reduciéndola a un plano meramente físico. De esta manera, se coloca a la mujer en una situación de irrespeto ante sí misma y ante los demás.

Hoy en día se ese uso inadecuado del cuerpo se ha acentuado y la mujer que así actúa no ve nada de malo en ello, todo lo contrario, ve en este comportamiento una manera de afirmar su feminidad y una manera de abrirse paso en la vida. El cuerpo ha pasado a tener un valor comercial y a ser un mero instrumento de placer y ha ido perdiendo su valor esencial, el más importante que es el de ser deposito de nuestra alma, Sagrario de Cristo y Templo del Espíritu Santo. ≤El cuerpo constituye casi un signo sacramental. El cuerpo en su masculinidad y su feminidad, es “desde el principio” llamado a convertirse en la manifestación del espíritu≥[3].

El valor sacramental del cuerpo impide su uso irrespetuoso y el abuso tanto por parte de la misma persona como por parte de otros, así mismo impide que pueda dársele un valor comercial, no es una mercancía que se pueda comprar o vender. Sin embargo, cada día crecen en el mundo las redes de prostitución de niñas y de mujeres que muchas veces cuentan con el apoyo de quienes tienen en sus manos la posibilidad de combatirlas. Existe el llamado turismo sexual realizado tanto por hombres como por mujeres y que consiste en trasladarse a algunos países en particular en los cuales entre los atractivos turísticos que ofrecen esta el disfrute de un sexo pagado. Este tipo de actividad denigra la dignidad tanto de quien se vende como de quien paga, independientemente de la razón por la cual la persona que se vende lo esté haciendo y sí lo hace voluntariamente o está siendo forzada a hacerlo. Nadie puede prestarse a ser utilizado como medio para el disfrute sexual y nadie debe utilizar, ni obligar a otra persona a dejarse utilizar, como medio de disfrute de otra persona.

Los medios de comunicación y la publicidad son otros ámbitos en los que se utiliza al cuerpo de la mujer como medio o gancho para vender cualquier cosa, pareciera que para promocionar o vender cualquier cosa que se les ocurra hace falta que aparezca una mujer desnuda o semi-desnuda. Incluso en programas infantiles las animadoras se muestran medio desnudas. Y las jóvenes y mujeres más adultas se prestan a ello muy complacidas por que les ofrecen una excelente paga, pero sobretodo, porque desconocen el verdadero valor que tienen sus cuerpo y el respeto que le deben.

Otra manera de atentar contra el propio cuerpo, e incluso contra la vida, es mediante la ingesta indiscriminada de alcohol y drogas, y mediante el uso de anticonceptivos.

Para un cristiano la corporalidad no es que sea importante, es vital, porque Cristo se encarna, es decir, asume un cuerpo, el mismo cuerpo que tenemos nosotros, y con los mismos rasgos. Henos sido redimidos con el sufrimiento del cuerpo de Cristo, de Dios que asume ese cuerpo y que, por lo tanto, pone esa corporalidad en juego también en su tarea redentora[4].

≤Glorificad a Dios con nuestros cuerpos≥
(1 Corintios 6,20)

Esther María Iannuzzo.

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[1] Templanza: para la doctrina cristiana, es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados y compartidos. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar ‘para seguir la pasión de su corazón’.

[2] Catecismo de la Iglesia Católica, N. 2521.

[3] JUAN PABLO II, Catequesis, El cuerpo del hombre es un autentico valor, 22 octubre de 1980.

[4] J.R. GARCIA – MORATO, Crecer, Sentir, Amar, Eunsa, Pampona 2002, 125.

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