Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



sábado, 13 de abril de 2013

Los católicos y el voto electoral II



La participación en la vida política del propio país es un derecho y es también un deber que tiene cada ciudadano. Para el católico es una obligación ineludible. Sólo participando activamente en los procesos electorales que se lleven a cabo, a cualquier nivel, en nuestro país podemos tener influencia en las medidas y leyes que se pretendan llevar adelante para ser aprobadas. Sólo participando activamente podemos lograr mantener vivos y firmes los valores morales fundados en nuestra Fe, allí donde aun están presentes, y ayudar a restaurarlos donde se han perdido. No participar activamente en los procesos electorales de nuestro país es un grave pecado de omisión.
Hay procesos electorales en los que ninguno de los candidatos que se presentan a la contienda nos convencen del todo o pudiéramos estar decepcionados, e incluso dolidos, por situaciones presentes o del pasado, de gobiernos anteriores a cuyos partidos o tendencias de gobierno representen los candidatos con mayor opción y que consideremos que ninguno merece nuestro voto. Aún así debemos votar, el deber con nuestra patria y con nuestros compatriotas así nos lo exige. El católico tiene el derecho/deber, luego de un minucioso discernimiento, de decidirse por un candidato, el que considere entre las opciones que se presentan, que reúne las mayores capacidades y condiciones para regir los destinos de la nación. Debe elegir la opción mejor o, según sea el caso, aquella que represente el mal menor para el país. El Concilio Vaticano II ha sido firme en esto y dice que: ≤los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común, que comprende la promoción y defensa de bienes tales como el orden público y la paz, la libertad y la igualdad, el respeto de la vida humana y el ambiente, la justicia, la solidaridad, etc.≥(1). Y dice, este mismo concilio, en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes N. 75: “Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y al mismo tiempo el deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común. La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio”.
Pero todo no queda aquí, el deber como católico va más allá y le indica que la elección de su voto debe ser coherente con los principios de su fe. Con relación a esto la Congregación para la doctrina de la fe nos ilumina y nos señala: “La fe en Jesucristo, que se ha definido a sí mismo ≤camino, verdad y vida≥ (Jn 14,6), exige a los cristianos el esfuerzo de entregarse con mayor diligencia en la construcción de una cultura que, inspirada en el Evangelio, reproponga el patrimonio de valores y contenidos de la tradición católica. Es insuficiente y reductivo pensar que el compromiso social de los católicos se deba limitar a una simple transformación de las estructuras, pues si en la base no hay una cultura capaz de acoger, justificar y proyectar las instancias que derivan de la fe y de la moral, las transformaciones se apoyaran siempre sobre fundamentos frágiles”(2).
Para que un proceso electoral pueda llevarse a cabo dentro de un ambiente de armonía y paz, sin duda hace falta, es indispensable, el respeto por el adversario, por aquél que piensa distinto a mí. En este aspecto también se pronuncia la Iglesia Católica y en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes N. 28 señala: “Quienes sienten u obran de modo distinto al nuestro en materia social, política e incluso religiosa, deben ser también objeto de nuestro respeto y amor. Cuanto más humana y caritativa sea nuestra comprensión íntima de su manera de sentir, mayor será la facilidad para establecer con ellos el diálogo”. Y, continúa diciendo: “Esta caridad y esta benignidad en modo alguno deben convertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Más aún, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad saludable. Pero es necesario distinguir entre el error, que siempre debe ser rechazado, y el hombre que yerra, el cual conserva la dignidad de la persona incluso cuando está desviado por ideas falsas o insuficientes en materia religiosa. Dios es el único juez y escrutador del corazón humano. Por ello, nos prohíbe juzgar la culpabilidad interna de los demás”.

Vayamos pues todos, como hermanos, este domingo 14 de abril, en nombre de Dios, guiados por el Espíritu Santo y amparados bajo el manto de María Santísima a contribuir con nuestro voto a la construcción de una mejor Venezuela donde todos tengamos cabida.

Qué Dios bendiga a Venezuela.

Esther María Iannuzzo P.




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(1) Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n 42.
(2) Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, n 7