Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



domingo, 26 de diciembre de 2010

Nota aclaratoria de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el preservativo



A propósito de las palabras del Papa en el libro "Luz del Mundo"

El martes 21 de diciembre la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó una nota aclaratoria Sobre la banalización de la sexualidad. A propósito de algunas lecturas de “Luz del mundo”. 

Con ocasión de la publicación del libro-entrevista de Benedicto XVI, Luz del mundo, se han difundido diversas interpretaciones incorrectas, que han creado confusión sobre la postura de la Iglesia Católica acerca de algunas cuestiones de moral sexual. El pensamiento del Papa se ha instrumentalizado frecuentemente con fines e intereses ajenos al sentido de sus palabras, que resulta evidente si se leen por entero los capítulos en donde se trata de la sexualidad humana. El interés del Santo Padre es claro: reencontrar la grandeza del plan de Dios sobre la sexualidad, evitando su banalización, hoy tan extendida.

Algunas interpretaciones han presentado las palabras del Papa como afirmaciones contrarias a la tradición moral de la Iglesia, hipótesis que algunos han acogido como un cambio positivo y otros han recibido con preocupación, como si se tratara de una ruptura con la doctrina sobre la anticoncepción y la actitud de la Iglesia en la lucha contra el sida. En realidad, las palabras del Papa, que se refieren de modo particular a un comportamiento gravemente desordenado como el de la prostitución (cfr. Luz del mundo, pp. 131-132), no modifican ni la doctrina moral ni la praxis pastoral de la Iglesia.

Como se desprende de la lectura del texto en cuestión, el Santo Padre no habla de la moral conyugal, ni tampoco de la norma moral sobre la anticoncepción. Dicha norma, tradicional en la Iglesia, fue reafirmada con términos muy precisos por Pablo VI en el n. 14 de la encíclica Humanae vitae, cuando escribió que «queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación». Pensar que de las palabras de Benedicto XVI se pueda deducir que en algunos casos es legítimo recurrir al uso del preservativo para evitar embarazos no deseados es totalmente arbitrario y no responde ni a sus palabras ni a su pensamiento. En este sentido, el Papa propone en cambio caminos que sean humana y éticamente viables, que los pastores han de potenciar «más y mejor» (cf. Luz del mundo, p. 156), es decir, caminos que respeten plenamente el nexo inseparable del significado unitivo y procreador de cada acto conyugal, mediante el eventual recurso a métodos de regulación natural de la fertilidad con vistas a la procreación responsable.

En cuanto al texto en cuestión, el Santo Padre se refería al caso completamente diferente de la prostitución, comportamiento que la doctrina cristiana ha considerado siempre gravemente inmoral (cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 27; Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2355). Con relación a la prostitución, la recomendación de toda la tradición cristiana –y no sólo de ella– se puede resumir en las palabras de san Pablo: «Huid de la fornicación» (1 Co 6, 18). Por tanto, hay que luchar contra la prostitución; y las organizacio­nes asistenciales de la Iglesia, de la sociedad civil y del Estado han de trabajar para librar a las personas que están involucradas en ella.

En este sentido, es necesario poner de relieve que la situación que en muchas áreas del mundo se ha creado por la actual difusión del sida, ha hecho que el problema de la prostitución sea aún más dramático. Quien es consciente de estar infectado con el VIH y que por tanto puede contagiar a otros, además del pecado grave contra el sexto mandamiento comete uno contra el quinto, porque conscientemente pone en serio peligro la vida de otra persona, con repercusiones también para la salud pública. A este respecto, el Santo Padre afirma claramente que los profilácticos no son «una solución real y moral» del problema del sida, y también que la «mera fijación en el preservativo significa una banalización de la sexualidad», porque no se quiere afrontar el extravío humano que está en el origen de la transmisión de la pandemia. Por otra parte, es innegable que quien recurre al profiláctico para disminuir el peligro para la vida de otra persona, intenta reducir el mal vinculado a su conducta errónea. En este sentido, el Santo Padre pone de relieve que recurrir al profiláctico con «la intención de reducir el peligro de contagio, es un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida en forma diferente, hacia una sexualidad más humana». Se trata de una observación completamente compatible con la otraafirmación del Santo Padre: «Ésta no es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección con el VIH».

Algunos han interpretado las palabras de Benedicto XVI valiéndose de la teoría del llamado “mal menor”. Esta teoría, sin embargo, es susceptible de interpretaciones desviadas de tipo proporcionalista (cf. Juan Pablo II, Encíclica Veritatis splendor, nn. 75-77). No es lícito querer una acción que es mala por su objeto, aunque se trate de un mal menor. El Santo Padre no ha dicho, como alguno ha sostenido, que la prostitución con el recurso al profiláctico pueda ser una opción lícita en cuanto mal menor. La Iglesia enseña que la prostitución es inmoral y hay que luchar contra ella. Sin embargo, si alguien, practicando la prostitución y estando además infectado por el VIH, se esfuerza por disminuir el peligro de contagio, a través incluso del uso del profiláctico, esto puede constituir un primer paso en el respeto de la vida de los demás, si bien el mal de la prostitución siga conservando toda su gravedad. Dichas apreciaciones concuerdan con lo que la tradición teológico moral ha sostenido también en el pasado.

En conclusión, los miembros y las instituciones de la Iglesia Católica deben saber que en la lucha contra el sida hay que estar cerca de las personas, curando a los enfermos y formando a todos para que puedan vivir la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad dentro del pacto conyugal. En este sentido, hay que denunciar también aquellos comportamientos que banalizan la sexualidad, porque, como dice el Papa, representan precisamente la peligrosa razón por la que muchos ya no ven en la sexualidad una expresión de su amor. «Por eso la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte de la lucha para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda desplegar su acción positiva en la totalidad de la condición humana» (Luz del mundo, p. 131).



[Versión en español distribuida por la Congregación para la Doctrina de la Fe]


¡Alguien que estaría contigo para siempre!

P. Dennis Doren, L.C.

La preparación para Navidad es única, cada uno tiene que hacer esta experiencia y sólo se puede trasmitir en la medida que tú tengas el deseo de hacerlo. La Navidad es el encuentro con alguien, con una persona muy especial, con Dios hecho hombre, con un niño indefenso e inocente que se quiere quedar con nosotros para indicarnos con su ejemplo un camino. La Navidad no es un conjunto de fiestas, el encuentro con cosas, como pueden ser los regalos que damos o nos dan, o un ambiente desenfrenado de puro consumo. Lo que es realmente esencial en la Navidad, es la experiencia que un niño ruso vivió en su país, un niño simple como lo eres o lo fuiste algún día. No dejes pasar esta oportunidad, no dejes que el Niño Dios busque otra casa, otro corazón para sentirse feliz y seguro.

En 1994, dos americanos respondieron a una invitación que les hiciera llegar el Departamento de Educación de Rusia, para enseñar moral y ética en las escuelas públicas, basada en principios bíblicos. Debían enseñar en prisiones, negocios, el departamento de bomberos, de la policía y en un gran orfanato. En el orfanato había casi 100 niños y niñas que habían sido abandonados y dejados en manos del Estado. De ahí surgió esta historia relatada por los mismos visitantes:

Se acercaba la época de las fiestas de 1994, los niños del orfanato iban a escuchar por primera vez la historia tradicional de la Navidad. Les contamos acerca de María y José llegando a Belén, de cómo no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre.

A lo largo de la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían contener su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra. Una vez terminada la historia, les dimos a los chicos tres pequeños trozos de cartón para que hicieran un tosco pesebre. A cada chico se le dio un cuadradito de papel cortado de unas servilletas amarillas que yo había llevado conmigo. En la ciudad no se podía encontrar un solo pedazo de papel de colores.

Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel cuidadosamente colocando las tiras como paja. Unos pequeños cuadraditos de franela, cortados de un viejo camisón que una señora americana se olvidó al partir de Rusia, fueron usados para hacerle la manta al bebé. De un fieltro marrón que trajimos de los Estados Unidos, cortaron la figura de un bebé.

Mientras los huérfanos estaban atareados armando sus pesebres, yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda. Todo fue bien hasta que llegué donde el pequeño Misha estaba sentado. Parecía tener unos seis años y había terminado su trabajo. Cuando miré el pesebre, quedé sorprendido al no ver un solo niño dentro de él, sino dos. Llamé rápidamente al traductor para que le preguntara por qué había dos bebés en el pesebre. Misha cruzó sus brazos, y observando la escena del pesebre, comenzó a repetir la historia muy seriamente.

Por ser el relato de un niño que había escuchado la historia de Navidad una sola vez, estaba muy bien, hasta que llegó la parte donde María pone al bebé en el pesebre. Ahí Misha empezó a inventar su propio final para la historia, y dijo: "Y cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá y que no tenía un lugar para estar. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar ahí con Él. Le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé qué cosa tenía que pudiese darle a Él como regalo; se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor. Por eso le pregunté a Jesús: Si te doy calor, ¿ese sería un buen regalo para Tí? Y Jesús me dijo: Si me das calor, ese sería el mejor regalo que jamás haya recibido. Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme ahí para siempre."

Cuando el pequeño Misha terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas empapando sus mejillas; se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre!

Y yo aprendí que no son las cosas que tienes en tu vida lo que cuenta, sino quiénes tienes, lo que verdaderamente importa, y entre esos esta Aquel que ha nacido, por amor, para redimirnos y alcanzarnos la felicidad eterna. A Él lo tenemos siempre.

P. Dennis Doren, L.C.

ddoren@legionaries.org

"María dio a luz a su hijo primogénito"

"María dio a luz a su hijo primogénito"
(Lc. 2,7)
                                                          
El Santo Padre Benedicto XVI dedicó parte de la Homilía pronunciada en la Misa de Gallo de Nochebuena a explicar el significado de ser el "Primogénito", es decir, qué significa que Jesús haya sido el "Primogénito". Un significado que va más allá que el de ser el hijo que nace primero y que nos describe de manera más profunda la figura de Jesús y su misión.

"María dio a luz a su hijo primogénito" (Lc 2,7). San Lucas describe con esta frase, sin énfasis alguno, el gran acontecimiento que habían vislumbrado con antelación las palabras proféticas en la historia de Israel. Designa al niño como "Primogénito". En el lenguaje que se había ido formando en la Sagrada Escritura de la Antigua Alianza, "primogénito" no significa el primero de otros hijos. "Primogénito" es un titulo de honor, independientemente de que después sigan o no otros hermanos y hermanas. Así, en el Libro del Éxodo (Ex 4,22), Dios llama a Israel "mi hijo primogénito", expresando de este modo su elección, su diginidad única, el amor particular de Dios Padre. La Iglesia naciente sabía que esta palabra había recibido una nueva profundidad en Jesús; que en él se resumen las promesas hechas a Israel. Así, la Carta a los Hebreos llama a Jesús simplemente «el primogénito», para identificarlo como el Hijo que Dios envía al mundo después de los preparativos en el Antiguo Testamento (cf. Hb 1,5-7). El primogénito pertenece de modo particular a Dios, y por eso —como en muchas religiones— debía ser entregado de manera especial a Dios y ser rescatado mediante un sacrificio sustitutivo, como relata san Lucas en el episodio de la presentación de Jesús en templo. El primogénito pertenece a Dios de modo particular; está destinado al sacrificio, por decirlo así. El destino del primogénito se cumple de modo único en el sacrificio de Jesús en la cruz. Él ofrece en sí mismo la humanidad a Dios, y une al hombre y a Dios de tal modo que Dios sea todo en todos. San Pablo ha ampliado y profundizado la idea de Jesús como primogénito en las Cartas a los Colosenses y a los Efesios: Jesús, nos dicen estas Cartas, es el Primogénito de la creación: el verdadero arquetipo del hombre, según el cual Dios ha formado la criatura hombre. El hombre puede ser imagen de Dios, porque Jesús es Dios y Hombre, la verdadera imagen de Dios y el Hombre. Él es el primogénito de los muertos, nos dicen además estas Cartas. En la Resurrección, Él ha desfondado el muro de la muerte para todos nosotros. Ha abierto al hombre la dimensión de la vida eterna en la comunión con Dios. Finalmente, se nos dice: Él es el primogénito de muchos hermanos. Sí, con todo, Él es ahora el primero de más hermanos, es decir, el primero que inaugura para nosotros el estar en comunión con Dios. Crea la verdadera hermandad: no la hermandad deteriorada por el pecado, la de Caín y Abel, de Rómulo y Remo, sino la hermandad nueva en la que somos de la misma familia de Dios. Esta nueva familia de Dios comienza en el momento en el que María envuelve en pañales al «primogénito» y lo acuesta en el pesebre.

Pidámosle: Señor Jesús, tú que has querido nacer como el primero de muchos hermanos, danos la verdadera hermandad. Ayúdanos para que nos parezcamos a ti. Ayúdanos a reconocer tu rostro en el otro que me necesita, en los que sufren o están desamparados, en todos los hombres, y a vivir junto a ti como hermanos y hermanas, para convertirnos en una familia, tu familia.  

Benedicto XVI.






Para leer la Homilía completa acceder a la siguiente dirección:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20101224_christmas_sp.html

domingo, 5 de diciembre de 2010

LA MARIPOSA AZUL


La diferencia la marcas tú, y tú y nadie más que tú; tu libertad, tus decisiones, tus juicios y tus acciones, ellas te llevarán por el camino de la verdad, del bien y de la paz si así lo quieres; de lo contrario, te puedes ir preparando, porque fácil no será, te lo aseguro.

¿Cómo enfrentar esos momentos que quisiéramos que nunca llegaran? pero ahí estarán y no le podremos dar la espalda o meter la cabeza al agujero como lo hacen las avestruces cuando ven que se acerca el peligro… ¡saca la cabeza, mira fijamente el problema y atácalo de raíz! Hay realidades que ni papá, ni mamá, ni la maestra, ni nadie podrá resolver por ti. En pocas palabras, todo está en tus manos….tu presente y tu futuro, tu felicidad, tu realización, y al final, la vida eterna.

Había un viudo que vivía con sus dos hijas, curiosas e inteligentes. Las niñas siempre hacían muchas preguntas. A algunas de ellas él sabía responder, a otras no. Como pretendía ofrecerles  la mejor educación, mandó a las niñas de vacaciones con un sabio que vivía en lo alto de una colina.

El sabio siempre respondía a todas las preguntas sin ni siquiera dudar. Impacientes con el sabio, las niñas decidieron inventar una pregunta que él no supiese responder; entonces una de ellas apareció con una linda mariposa azul que usaría para engañar al sabio.

“¿Qué vas a hacer?” –preguntó la hermana.

“Voy a esconder la mariposa en mis manos y preguntarle al sabio si está viva o muerta. Si él dijese que está muerta, abriré mis manos y la dejaré volar. Si dice que está viva, la apretaré y la aplastaré. Y así, cualquiera que sea su respuesta, ¡será una respuesta equivocada!” jijijiji, soltó una risa maliciosa.

Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio que estaba meditando. 

             - “Tengo aquí una mariposa azul. Dígame, sabio, ¿está viva o muerta?”

              Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:

              “Depende de tí. Ella está en tus manos.”

Así es nuestra vida, nuestro presente y nuestro futuro, con nuestras decisiones y nuestros juicios. No debemos culpar a nadie cuando algo falle: somos nosotros los responsables por aquello que conquistamos (o no conquistamos). Nuestra vida está en nuestras manos, como la mariposa azul... Nos toca a nosotros escoger qué hacer con ella.

El día que puse mi vida en las manos de Dios, me quité de un gran peso, en Él confío y en Él tengo puestas todas mis esperanzas, con la seguridad que un día llegaré al cielo. Soy consciente que a Dios rogando y con el mazo dando….por lo tanto, nunca tires la toalla y no dejes de mirarle a Él…



P. Dennis Doren, L.C.



domingo, 28 de noviembre de 2010

Papa: La Encarnación nos revela con intensa luz que cada vida humana tiene una dignidad altísima

La homilía pronunciada por el Santo Padre en la Basílica de San Pedro este sábado 27 de noviembre unió las dos intenciones por las que se celebraba la santa misa; las visperas del inicio del tiempo de adviento y la vigilia de oración por la defensa de la vida naciente, convocada por el mismo Papa. En ella el Papa explica la vinculación que existe entre la encarnación del Hijo de Dios, su desarrollo dentro del vientre virginal de María y el desarrollo de la vida de cada uno de nosotros dentro del vientre de nuestras madres, así mismo reitera una vez más la inmensa dignidad que posee cada vida humana.

Queridos hermanos y hermanas, nuestro encuentro esta noche para iniciar el camino de Adviento se enriquece con otro importante motivo: con toda la iglesia queremos celebrar solemnemente una vigilia de oración por la vida naciente. Deseo expresar mi agradecimiento a todos aquellos que se han unido a esta invitación y a cuantos se dedican en modo específico a acoger y a custodiar la vida humana en las diversas situaciones de fragilidad, en particular en sus inicios y en sus primeros pasos. Propio el inicio del año litúrgico nos hace vivir nuevamente la espera del Hijo de Dios que se hace carne en el vientre de la Virgen María, de Dios que se hace pequeño, se hace niño; nos habla de la venida de un Dios cercano, que ha querido recorrer la vida del hombre, desde el inicio, para salvarla totalmente, en plenitud. Y así, el misterio de la encarnación del Señor y el inicio de la vida humana están íntimamente y armónicamente conectados entre ellos dentro del único diseño salvífico de Dios, Señor de la vida de todos y de cada uno. La encarnación nos revela con intensa luz y en modo sorprendente que cada vida humana tiene una dignidad altísima, incomparable.

Creer en Jesucristo comporta también tener una mirada nueva sobre el hombre, una mirada de confianza, de esperanza. Del resto, la experiencia misma y la recta razón testifican que el ser humano es un sujeto capaz de entender y de querer, autoconsciente y libre, irrepetible e insustituible, vértice de todas las realidades terrenas, que exige ser reconocido como valor en sí mismo y merece de ser acogido siempre con respeto y amor. El tiene el derecho a no ser tratado como un objeto a poseer o como una cosa que se puede manipular a complacencia, de no ser reducido a un puro instrumento a beneficio de otros y de sus intereses. La persona es un bien en sí misma y necesita procurar siempre su desarrollo integral. El amor hacia todos, luego, sé es sincero, tiende espontáneamente a convertirse en atención preferencial para los más débiles y los más pobres. Sobre esta línea se coloca la solicitud de la iglesia por la vida naciente, la más frágil, la más amenazada por el egoísmo de los adultos y por el oscurecimiento de las conciencias. La iglesia continuamente repite lo que ha declarado el Concilio Vaticano II en contra del aborto y de cada violación de la vida naciente: “La Vida, una vez concebida, debe ser protegida con máximo cuidado” (Gaudium et Spes 51).  

Existen tendencias culturales que buscan anestesiar las conciencias con motivaciones intencionales. Con relación al embrión en el vientre materno, la misma ciencia pone en evidencia su autonomía que lo hace capaz de interactuar con la madre, de coordinar los procesos biológicos, la continuidad de su desarrollo, la creciente complejidad de su organismo. No se trata de un cumulo de material biológico sino de un nuevo ser viviente, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así ha estado Jesús en el vientre de María, así hemos estado cada uno de nosotros en el vientre de la madre. Con el antiguo autor cristiano Tertulliano podemos afirmar: “Es ya un hombre aquél que lo será” (Apologético IX, 8); no existe ninguna razón para no considerarlo persona desde la concepción.

Por desgracia, también luego del nacimiento, la vida de los niños sigue estando expuesta al abandono, al hambre, a la miseria, a la enfermedad, a los abusos, a la violencia, a la explotación. Las múltiples violaciones a sus derechos que se cometen en el mundo hieren dolorosamente la conciencia de cada hombre de buena voluntad. Frente al triste panorama de las injusticias cometidas en contra de la vida del hombre, antes y después del nacimiento, hago mía la apasionada llamada del Papa Juan Pablo II a la responsabilidad de todos y cada uno: “¡Respeta, defiende, ama y sirve la vida, cada vida humana! Solo por este camino encontrarás justicia, desarrollo, verdadera libertad, paz y felicidad”. (Enc. Evangeium Vitae 5). Exorto a los protagonistas de la política, de la economía y de la comunicación social a hacer cuanto en sus posibilidades, para promover una cultura siempre respetuosa de la vida humana, para procurar condiciones favorables y redes de apoyo para la acogida y el desarrollo de esa.  
 
A la virgen María, que ha acogido al Hijo de Dios hecho hombre con su fe, con su vientre materno, con su cuidado atento, con el acompañamiento solidario y vibrante de amor, confiamos la oración y el esfuerzo a favor de la vida naciente. Lo hacemos en la Liturgia – que es el lugar donde vivimos la verdad y la verdad vive con nosotros – adorando la Divina Eucaristía, en la que contemplamos el Cuerpo de Cristo, aquél Cuerpo que tomó la carne de María por obra del Espíritu Santo, y de ella nació en Belén, para nuestra salvación. ¡Ave, verdadero Cuerpo nacido de María Virgen!, Amén.
 
 
Traducido del original en italiano al español por Esther María Iannuzzo.
 
Para ver el texto original en italiano ingresar a la siguiente dirección:
 

Papa: la vida naciente amenazada por el egoísmo de los adult

domingo, 21 de noviembre de 2010

Una profecía entre muchas.

P. Daniel Muñoz, L.C.
Hace unos días volví a ver la extraordinaria película de “El Señor de los anillos” por segunda vez, además de haber leído hace unos veranos el libro completo. En esta ocasión quedé sorprendido por las diversas profecías que Tolkin relata en su historia y que descubrimos con tanta claridad en nuestro mundo.

Una historia simbólica que quiere ofrecer una pista que guíe al hombre moderno ¿Qué significan esas diversas especies que pueblan la tierra media? ¿Dónde tienen su origen? ¿Qué oráculos deciden los destinos de estos habitantes?

Creo que es imposible responder a estas preguntas en un sencillo artículo, pero intentaré esclarecer una de las profecías que descubro a lo largo de la historia.

Sin lugar a dudas, lo primero que encontramos es la fuerza sobrehumana que posee el anillo protagonista. Ese poder oculto domina las voluntades de los que se acercan a él. Sin embargo, Gandalf el mago, nos da una sencillísima intuición de cómo vencer ese poder cuando en el momento de decidir Frodo llevar el anillo hasta Mordor, Gandalf hace un comentario parecido a éste: “Un Hobbit debe llevar el anillo porque son las creaturas más humildes de la tierra media”.

Era difícil que un Hobbit quedará atrapado por el poder del anillo porque eran sencillos y humildes. Tal vez Tolkin nos quiso profetizar que sólo quien es como un Hobbit podrá sortear las asechanzas de la soberbia, el orgullo, la autosuficiencia que parecen ser las dueñas de un poder sobrehumano en nuestro mundo.

Cuando buscamos el poder, la fama, la vanidad de la vida la voluntad queda esclavizada, se va deformando poco a poco, tanto que la imagen deforme de Golum es su resultado. Golum ya no es un Hobbit, es un moustro.

Esta profecía la podemos ver cada día en tantos hombres y mujeres de nuestro mundo que se debaten entre las sombras y la luz, entre el poder y el miedo, entre la fuerza del orgullo y la tenue luz de la sencillez de espíritu.

P. Daniel Muñoz, L.C.


 

viernes, 12 de noviembre de 2010

Convicciones seguras en ambientes cambiantes, el burro y su historia

P. Dennis Doren, L.C.
El ambiente en que vivimos los hombres cada día es más hostil y complicado, nos confunden, y a la hora de la hora hasta nos hacen dudar; ¿lo que estamos haciendo está bien o está mal? nos preguntamos. ¿Cómo satisfacer el querer y el parecer de todos? labor difícil, más aún en un mundo con tanta información, tan cambiante y con tantas apreciaciones personales.

Lo importante para nosotros cristianos, es que tengamos muy bien puestas nuestras ideas en la cabeza y en el corazón, para que no pensemos, hablemos y actuemos como la mayoría lo hace, de lo contrario, seremos como veletas que se mueven de acuerdo al viento, y eso sí que sería catastrófico.

Vivamos nuestros valores, actuemos según nuestra conciencia formada y madura con los principios correctos y con la certeza de que lo que importa no es lo que dirán, sino lo que ve Dios y el bien objetivo que tengo que hacer. Él sabe perfectamente mi intención y las convicciones que me mueven a actuar... ¿Cuántos de nosotros tal vez vivimos lo que esta familia vivió? no sé si decir, pobre burro o pobre familia. Al final, tú puedes sacar tu propia conclusión, esperamos coincidir…

Había una vez un matrimonio con un hijo de doce años y un burro. Decidieron viajar, trabajar y conocer el mundo. Así, se fueron los tres con su burro.

Al pasar por el primer pueblo, la gente comentaba: “¡Mira ese chico mal educado; él arriba del burro y los pobres padres, ya grandes, llevándolo de las riendas!”. Entonces, la mujer le dijo a su esposo: No permitamos que la gente hable mal del niño. El esposo lo bajó y se subió él.

Al llegar al segundo pueblo, la gente murmuraba: “¡Mira qué sinvergüenza ese tipo; deja que la criatura y la pobre mujer tiren del burro, mientras él va muy cómodo encima!”. Entonces, tomaron la decisión de subirla a ella al burro, mientras padre e hijo tiraban de las riendas.

Al pasar por el tercer pueblo, la gente comentaba: “¡Pobre hombre! Después de trabajar todo el día, debe llevar a la mujer sobre el burro y pobre hijo ¡qué le espera con esa madre!”. Se pusieron de acuerdo y decidieron subir los tres al burro para comenzar nuevamente su peregrinaje.

Al llegar al pueblo siguiente, escucharon que los pobladores decían: “¡Son unas bestias, más burros que el burro que los lleva, van a partirle la columna!”

Por último, decidieron bajarse los tres y caminar junto al burro.

Pero al pasar por el pueblo siguiente no podían creer lo que las voces decían sonrientes: “¡Mira a esos tres mensos: caminan, cuando tienen un burro que podría llevarlos!”

¿Cómo complacer a todos?, realmente un misterio y una proeza, ¡vaya aventurita que se dieron estos pobres! Siempre habrá alguien que te critique, que hable mal de tí y será difícil que encuentres alguien a quien le conformen tus actitudes.

Entonces:

¡Vive como creas y según tus principios! ¡Haz lo que te dictamine tu conciencia y el corazón! Una vida es una obra de teatro que no permite ensayos.

Por eso:

¡Vive tu vida, no solo existas, cada día canta, ríe, ama, crece y lucha por tus convicciones! ¡Vive intensamente cada momento de tu vida antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos!



P. Dennis Doren, L.C.


 

domingo, 7 de noviembre de 2010

Jutta Burggaraf: Defender la Vida con Eficacia. La Personalidad del "defensor"

Jutta Burggraf (1952 - 2010)
La conferencia inaugural del Congreso Mundial Provida realizado en Zaragoza en noviembre del 2009 estuvo a cargo de la profesora de Teología Dogmática y Ecumenismo de la Universidad de Navarra Jutta Burggraf, quien falleciera el pasado 05 de noviembre del 2010 a la edad de 58 años.

A continuación presento un resumen de la conferencia que me he permitido realizar, he suprimido alguna historia y algunos pensamientos que se citan de otros autores debido a la amplitud de la conferencia. He mantenido todo lo concerniente a los aspectos que deben estar presentes en la personalidad del "defensor", es decir, de todos aquellos que trabajan en defensa de la vida.

                                                     DEFENDER LA VIDA CON EFICACIA
La personalidad del "defensor"

Unas de las preguntas centrales , alrrededor de las que giran mis pensamientos desde hace algún tiempo, son la siguientes: ¿cómo ayudar a quienes parecen despreciar la vida? ¿Cómo orientar a las personas que, frente a situaciones límite, han elegido una salida que supone una tragedia: han optado por el aborto o la eutanasia?

I. ALGUNAS ACTITUDES CONVENIENTES

Todos somos muy distintos los unos de los otros, y también las circunstancias en las que nos encontramos. Es bueno, además, que las diferentes personas tengamos diferentes maneras de actuar. Sin embargo, podemos destacar algunos rasgos comunes que, de un modo u otro, debería desarrollar cada defensor.

1. Fortaleza.

Hace falta una buena dosis de valentía y de fortaleza para trabajar a favor de la vida en nuestra era de dictaduras ocultas o manifiestas.

Si estamos dispuestos a trabajar a favor de la vida, necesitamos un corazón libre y fuerte. Tenemos que llegar a ser cada vez más independientes de los juicios de los otros. Un auténtico "defensor" acepta serenamente ser tomado por loco. En realidad, es más sano que una persona considerada "normal" en razón de su buena adaptación en nuestra sociedad, porque no renuncia a su capacidad de pensar por cuenta propia, ni a su espontaneidad; sigue, a pesar de los obstáculos, su propia luz interior, y se opone a todo lo que empequeñece al hombre, le masifica o cosifica, le manipula o engaña.

2. Humildad.

El "defensor de la vida" está dispuesto a oponerse -contra viento y marea- al mal en el mundo. Por esta causa, vale la pena perder el prestigio social y gastar hasta las últimas energías.

Sin embargo, tenemos que reconocer que todos somos débiles y podemos cansarnos. Todos participamos en el mal.

Hay experiencias que nos invitan a mirar hondamente la condición humana, y a hacer menos radicales nuestros juicios sobre situaciones complejas. No hay sólo dos colores, el blanco y el negro: el mundo no está lleno de pecadores, por una parte, y de mártires que mueren cantando, por otra.
Este hecho lo ilustró Juan Pablo II en su visita al campo de concentración de Auschwitz. Cuando el Papa entró en ese lugar de espanto, donde habían muerto muchos de sus amigos y compañeros de la infancia, no dio ningún sermón, ninguna amonestación. Comenzó a rezar la oración del "Yo confieso" pidiendo perdón a Dios por sus propios pecados.
Todos estamos profunda y personalmente involucrados en los acontecimientos de nuestro mundo. Si aceptamos humildemente este hecho y miramos al centro más íntimo de nuestro ser, podemos mejorar, al menos una pequeña porción de la sociedad de la que formamos parte. Y entonces podemos ver, con ojos más limpios, que, aparte de todos los errores, hay mucho bueno y bello en los demás.
Sólo cuando luchamos por ser sinceramente humildes, existe la posibilidad de que otra persona nos abra su corazón. A veces conviene hablar primero de nuestras propias faltas, de los propios errores.
Cada hombre es realmente superior a nosotros en varios aspectos. En este sentido, podemos aprender de todos.
3. Saber escuchar.
Una de las consecuencias inmediatas de la humildad es la capacidad de acoger y escuchar al otro. A veces, se necesita mucho carácter y dominio de sí mismo para no exasperarse inmediatamente.
Cuando alguien se equivoca, quizá lo admita para sus adentros. Y si le sabemos llevar, con suavidad y tacto, quizá lo admita también ante nosotros.  Pero no ocurre así cuando tratamos de convencerle a toda costa de que no tiene razón.
El secreto para actuar con tranquilidad consiste en no identificar a la persona con su obra. Todo ser humano es más grande que su culpa. Cada persona está por encima de sus errores. 
Casí todos hablamos demasiado, cuando tratamos de atraer a los demás a nuestro modo de pensar. Primero tiene que hablar la otra persona. Ella sabe más que nosotros acerca de sus problemas, de sus luchas y sus sufrimientos. Es preciso crear un clima en el que pueda hablar sin medir sus palabras, pueda mostrar sus debilidades sin temor alguno a que se le censure.
Estamos llamados a empeñarnos en el difícil arte de ir al fondo con los demás, de no quedarnos en lo que dicen, sino llegar a lo que quieren decir, de no oir solamente palabras, sino mensajes.
Si nos vemos en desacuerdo con la persona que habla, podemos tratar de interrumpirla. Pero es mejor no hacerlo; así no la ayudamos. Ella no nos prestará atención mientras tenga todavía una cantidad de ideas y vivencias propias que reclaman expresión. Lo primero no es dar consejos, sino estar al lado del otro.
Tenemos que escuchar, tranquilamente, hasta el final. La palabra que se queda dentro de una persona pueder ser la decisiva. Y justamente esta palabra tiene que salir.
Los mejores conversadores no son los que hablan bien, sino las persona que se interesan por lo que dicen los demás.
4. Comprensión.
Recuerdo a una adolescente desesperada que se había quedado embarazada y sufría fuertes presiones para abortar. Durante varias semanas, había buscado ayuda, pero no sabía a quien dirigirse. Cuando hablé con ella, le pregunté por qué no había dicho nada a su amiga que colaboraba fervorosamente en una asociacón pro vida. "Imposible -me respondió-. No puedo hablar con ella sobre estos temas. Sería un escándalo para ella. Nuestra amistad acabaría". Pero, cuando alguien ha caído en las profundidades del dolor, ¿no es precisamente el amigo, la amiga, quien debe luchar por él y con él?  "Sé solidario con los otros, sobre todo cuando sean culpables", reza un proverbio frances.
En un momento de desaliento, de fracaso o de angustia, es tremendamente importante encontrar a una persona que comprenda, que no riña, que no clasifique friamente, sino que sea capaz de compartir los sentimientos -tantas veces contradictorios-, que se encuentran en el corazón humano. Hay momentos en los que cada hombre -incluso el más cruel asesino- necesita consuelo y alivio.
¿Sabemos lo que ese hombre ha vivido? ¿Conocemos las manipulaciones y presiones a las que estaba expuesto desde su infancia, su vacio interior, su aburrimiento? ¿Qué ha provocado su desesperación y su odio? Hay una razón oculta por la que cada persona piensa y procede como lo hace. Si descubrimos esa razón, tendremos la llave de sus acciones, y quizá la de su personalidad. 
No nos compete condenar a otros, ni juzgar sobre sus intenciones.
La única liberación verdadera es aquella que toca el corazón y mueve a cambiarlo, con la gracia de Dios.
Un comentario mordaz o cínico no ayuda nada, sino que hunde al otro tadavía más en la miseria. En cambio, si éste nota un verdadero interés, una auténtica preocupación por su persona y situación, puede ser que reaccione favorablemente. La comprensión tiene un efecto sanante.
Es preciso comprender que cada uno necesita más amor del que "merece"; cada uno es más vulnerable de lo que parece.
Comprender es tener la firme convicción de que cada persona, independientemente de todo el mal que haya hecho, es un ser humano capaz de hacer el bien.
Existen, realmente, estas personas que saben dar cariño y esperanza a los demás. Su presencia engendra una sensación de bienestar. Los otros saben que están en buenas manos, cuando están con ellas; saben que son estimados y queridos, a pesar de todos sus fallos . Pueden dejar sus cargas, descansar y descubrir valores que, quizá, nunca hayan conocido.

                                                  II. SER CAPAZ PARA LA AMISTAD
Si deseamos que otro se desprenda, realmente, del error, de la equivocación, de la fealdad o de la maldad, y que se abra a nuevos conocimientos, es preciso entrar en una relación amistosa con él. Se acepta un consejo cuando hay confianza. Se sigue a un amigo y a nadie más.
La amistad proporciona un nuevo brillo a nuestra existencia y hace más amable nuestra vida.
Quien tiene amigos de otros partidos políticos, otras profesiones, religiones y nacionalidades, es una persona dichosa. Se le abre un mar sin orillas. Tratando y queriendo a la gente más variada, se amplía su mente y se ensancha su corazón. Recibe mucho y entrega mucho. Es quien mejor puede orientar a los que parecen estar en una situación sin salida.  
Por supuesto, la amistad no se puede forzar. Es un don de lo alto. Pero podemos capacitarnos para recibir ese don.
1. Una condición imprescindible.
Para aventurarme en la vida del otro, debo estar en paz conmigo mismo. Debo llevarme bien conmigo mismo y llegar a ser, de alguna manera, "mi propio amigo".
Si no estoy a gusto conmigo mismo, no estoy a gusto en nigún lugar. Si no me he encontrado a mí, no puedo realizar un verdadero encuentro con ninguna otra persona. Si no estoy en armonía conmigo, no puedo sembrar paz a mi alrrededor.
Si una persona ha realizado el crimen del aborto, sólo le quedan dos caminos: luchar vehemente en pro o en contra de la vida, para acallar la voz de su conciencia.
Cabe también una tercera posibilidad para estas personas: pueden defender la vida serenamente, si han llegado a ser "su propio amigo". Pero, ¿cómo es posibles esto? La amistad reclama una actitud de profunda sinceridad. No se puede construir sobre una mentira. Así, para ser "mi amigo", necesito comportarme con rectitud interior. No debo reprimir las grandes cuestiones que se plantean, con mayor o menor frecuencia, en mi interior. Tengo que ordenar mi propia alma, dirigirla hacia el bien y buscar el sentido completo de mi existencia .
Si una persona se ha reconciliado con Dios y con ella misma, tiene la oportunidad de dar al mundo su propio testimonio con especial convicción. Es una tarea hermosa, una ocasión para desagraviar y, por supuesto, también es un tratamiento para curar las propias heridas cada vez más hondamente.
2. El valor de la amabilidad.
Hay dos formas de mostrar nuestra fuerza en una conversación: podemos empujar al otro hacia abajo, o tirarle hacia arriba; podemos actuar de un modo destructivo o de un modo constructivo.
Un lenguaje ofensivo, unas palabras sarcásticas, cierta arrogancia, brusquedad, prepotencia y reproches son ejemplos para una conversación destructiva; producen resistencias y, en ocasiones, rebeliones abiertas.
No hacen falta habilidades para pisar al otro. Cualquiera puede hacerlo. Se hiere,  a veces, todavía más con la frialdad que con el enfado. Pero el precio es alto. Si discutimos, nos enfrentamos y contradecimos, creamos distancias. Si nos dejamos llevar por la agitación interior, terminamos ofendiendo.
La coacción puede evitar, en ocaciones, un mal. Puede evitar, por ejemplo, la muerte de inocentes. Pero no es un medio adecuado para conducir a una persona hacia el bien. Un cambio violento, normalmente, no es profundo ni duradero. No se puede forzar a nadie a ser bueno.
La suavidad es más poderosa que la furia. Sólo a través del corazón podemos llegar a la razón de otra persona. Si ella nos rechaza, no podemos hacer nada.  Pero si nota que la queremos de verdad, que es especial e importante para nosotros, y que deseamos que sea plenamente feliz, entonces se abre la posibilidad de una relación amistosa, en la que -como ya hemos visto- cada uno escucha al otro y cada uno aprende del otro.
El que ama, da algo de sí mismo, de su propia vida, de lo que está vivo en él. Comparte sus alegrías y sus penas, sus iluciones y desiluciones, sus experiencias y sus proyectos, sus reflexiones y, no en último lugar, la verdad que ha encontrado; en una palabra: se da a si mismo. En este ambiente no es dificíl hablar de todo, también de las propias faltas, aunque sean muy graves.
3. Transmitir la verdad.
Para elevar al otro hacia una comunicación constructiva, conviene que profundicemos en la relación positiva que ya existe entre nosotros. Es importante ver lo bueno del otro, porque todos tendemos a comportarnos según las expectativas de los demás. En este sentido, aconseja la sabiduría popular : "Si quieres que los otros sean buenos, tratáles como si ya lo fuesen".
Quien quiere al otro de verdad, no palia ni encubre el mal que éste haya hecho. Intentará transmitir las exigencias éticas con toda claridad, adaptadas a las circunstancias de cada caso. No buscará compromisos falsos, porque sabe que ellos no pueden llevar a nadie a una paz estable. No es honesto eludir principios éticos elementares. Hay cosas buenas y cosas malas, y su bondad o maldad es independiente de consensos. 
El otro tiene derecho a conocer la verdad, aun allí donde a primera vista puede resultarle amarga. Por esto, tenemos la obligación grave de hacerle partícipe de la luz que tenemos, probablemente por la generosidad de otros.  
Para ganar en sinceridad en cualquier relación humana, es conveniente y necesario dar a conocer la propia identidad. El otro quiere saber quién soy yo, tal como quiero saber quién es él. Si reprimimos las diferencias y nos acostumbramos a callarlo todo, tal vez podamos gozar durante algún tiempo de una armonía aparente. Pero en el fondo, no nos aceptaríamos mutuamente tal como somos en realidad, y nuestra relación se tornaría cada vez más superficial, más decepcionante, hasta que, antes o después, se rompería.
Si creamos un ambiente de confusión, no ayudamos a nadie. Por esto es preciso exponer la verdad tan clara e íntegramente como sea posible. Cuando actuamos de esta manera, no obstaculizamos la verdad sino, muy al contrario, la fomentamos, si guardamos la delicadeza y el respeto.
4. Ayudar a salir de las dificultades.
En psicología se habla de la "intención robada" : si quiero hacer algo -incluso con mucho afán-, y otra persona me dice que debo hacer justamente esto, puede ser que disminuyan mis ganas. Me siento mandado, no el protagonista de la obra. A nadie le agrada recibir órdenes sobre algo que ha decidido hacer.
Así, conviene apelar a los motivos más nobles del otro y ayudarle a que él mismo quiera realizar el bien o arrepentirse del mal. Él mismo puede y debe decidirse a salir del pozo en el que ha caído. En la proximidad de un amigo, esto es posible. Junto al amigo, una persona puede entrar en relación con su auténtico yo; puede percibir lo sincero y lo verdadero en su propio corazón.
Nuestra tarea consiste en poner al otro en relación con sus sentimientos más íntimos y auténticos, y en incitarle a expresar los silenciosos impulsos de su corazón. Podemos asegurarle nuestra cercanía, echarle una mano y transmitir la creencia firme de que el camino hacia la salvación es viable.
Un buen amigo da ánimo, luz y esperanza, aunque la noche sea oscura. Ayuda al otro a salir de una depresion, después de una gran caída. Le da valor para levantarse, y fuerza para asumir su propia culpa -con todas sus consecuencias-. Y, no en último lugar, le despierta la ilución de decidirse, nuevamente, por la vida.
NOTA FINAL
El amor a la vida se expresa, muchas veces, en la valentía, en la fortaleza y en la justica. Y se muestra, al mismo tiempo, en la humildad, en la escucha y en la compasión. Siempre defiende la verdad y, en el mejor de los casos, llega a construir , una auténtica amistad.
Queremos dar la vida a todos, tanto a los que están en peligro material de perderla como a los que están en peligro espiritual de robarla. Todos necesitan nuestra solicitud, y no debemos olvidar que aquel que hace el mal se daña aún más que aquel que lo sufre.
Por esto, hemos puesto nuestra mirada en las víctimas quizá todavía más destrozadas que los niños que no nacerán, o los ancianos que mueren antes de tiempo. Queremos dar vida también a los responsables del aborto y de la eutanasia. Queremos ofrecerles nuestra ayuda para salir de su error y revisar sus actitudes. Con ello, tenemos muy claro que "la verdad no se impone sino por la fuerza misma de la verdad".
Si un "defensor" se acostumbra a descubrir el núcleo bueno de todos los hombres, y a realizar un encuentro con quien ha actuado mal, entonces, aumentará incluso su propia vida. En el trato sincero con los demás crece su vitalidad. Se le ocurren más ideas, relucen más sus valores. El "defensor" se hace, sobre todo, cada vez más capaz de amar, más apto para orientar. Adquirirá, en medio de un mundo caótico, sabiduría para comprender, paciencia para luchar, y una alegría inexpresable, que es fruto del empeño de conducir a otros desde la oscuridad a la luz. Su estilo de vida se resume en el famoso lema de Antonio Machado: "Pensar alto, sentir hondo, hablar claro".

Nota: 
Para quienes deseen ver la conferencia en su totalidad pueden encontrarla en esta dirección: http://www.zenit.org/article-33280?l=spanish

domingo, 31 de octubre de 2010

Santa Gianna Beretta Molla


El dia de su matrimonio con Pedro Molla.
24 de septiembre de 1955.
             Esposa, Madre, Médico.
Gianna Beretta Molla es una Santa de nuestros tiempos (1922 – 1962) que llegó a los altares sacrificando la posibilidad de salvar su vida por salvar la vida de su hija.

Gianna Beretta nació el 4 de octubre de 1922 en Magenta, ciudad cercana a Milán, Italia. Estudió medicina. En sus pacientes más allá que un cuerpo para sanar veía un alma inmortal y les brindaba ayuda espiritual. Descubrió su vocación al matrimonio y se casó con Pedro Molla, un ingeniero industrial, con el que tuvo cuatro hijos y con el que compartía diversas actividades sociales. Entre otras cosas, Gianna tocaba pianoforte, pintaba sobre tela, vestía con elegancia y frecuentaba La Scala de Milán.

En el año 1961, cuando estaba a la espera de su cuarto hijo, le diagnosticaron un tumor canceroso en el útero, a Gianna le recomendaron el aborto para poder someterse a un tratamiento y salvar su vida. No accedió a esta propuesta pero acepto ser operada para extraerle el tumor y la operación fue un éxito. No acepto ningún tratamiento que pusiera en peligro la vida del bebé y continúo con su embarazo orando mucho y colocándose en las manos de Dios para aceptar su voluntad.
Cuando llegó el momento de dar a luz a su hija, consciente del riesgo que corría su vida, se dirigió a su esposo con estas palabras: “Pedro, si deben decidir entre la criatura y yo, no duden: elijan a la criatura, yo lo elijo, ¡sálvenla! Yo hago la voluntad de Dios y Dios providenciará lo necesario para mis hijos”.

La niña nació el 21 de abril de 1962, era sábado Santo, y le colocaron el nombre de Gianna Emmanuela. Una semana después, el 28 de abril, en medio de fuertes dolores murió Gianna a la edad de 39 años.

Gianna con dos de sus hijos.
 Gianna Beretta Molla fue beatificada por Juan Pablo II en abril de 1994, dentro de la celebración del año internacional de la familia. El milagro atribuido a su intercesión y que la llevó a ser declarada beata fue la recuperación milagrosa de Lucia Cirilo de Brasil, quien padecía una grave infección luego de una cesárea.

Fue canonizada por el mismo Juan Pablo II el 16 de mayo del 2004. El milagro que abrió la causa de canonización fue realizado en Elizabette Arcolino Comparini quien con tres meses de embarazo perdió todo el líquido amniótico. Ella y su esposo le pidieron a la beata y la niña nació bien en mayo del 2000. Las circunstancias de este nacimiento son científicamente inexplicables. A la niña la llamaron Gianna.

Con la vida y la santidad de Gianna Dios dio al mundo un ejemplo de lo que son las vocaciones de madre y de médico vividas a plenitud y con total entrega. Como madre pensó antes en su hija que en ella misma, y como médico pensó, ante todo, en la vida que tenía entre sus manos.

Pudiera interpretarse como un hecho providencial el sacrificio realizado por Gianna a inicios de la década de los años sesenta, una década marcada por el hedonismo, la liberación sexual, el amor libre y la salida al mercado de la píldora anticonceptiva, ya que ella representa todo lo contrario a esto. En medio de todos estos hechos que atentan contra la dignidad de la persona humana se erige la figura de Gianna que supo entender el verdadero sentido de ser mujer, esposa y madre.
 
Juan Pablo II junto a la hija de Gianna,
Gianna Emmanuela. A la derecha Pedro Molla.
Resulta también providencial el hecho de que haya sido justamente a Juan Pablo II, el Papa de la Evangelium Vitae, a quien le haya correspondido, luego del proceso pertinente, declarar Beata y luego Santa a Gianna.

Sin duda alguna, en la sociedad actual en la que la mujer se desempeña en diferentes ámbitos y buscar compaginar los roles de esposa, madre y profesional, Gianna Beretta Molla debería ser mostrada como un ejemplo del cómo desempeñar estas funciones simultáneamente con éxito e incluso con heroísmo.
Para las mujeres que se encuentra embarazadas y atraviesan por alguna dificultad, Gianna es un ejemplo del cómo afrontar un embarazo difícil y es también un apoyo ya que pueden encomendarse a ella.

Procurar la muerte del hijo que se lleva en las entrañas, o poner a riesgo su vida, sean cuales sean las circunstancias por las que atraviesa la madre y cualquiera haya sido la situación en la que se produjo el embarazo, no es nunca la mejor salida. Lo mejor es colocarse en las manos de Dios, hacer todo lo mejor que podamos hacer, evitar todo el mal que podamos evitar y continuar adelante.

Esther María Iannuzzo.

Santa Gianna Beretta Molla

Oración a Santa Gianna Beretta Molla


Patrona de las mujeres embarazadas y de los movimientos por-vida.

Dios, Padre nuestro,
te alabamos y te bendecimos
porque en Santa Gianna Beretta Molla
nos has concedido y dado a conocer
a una mujer, testigo del Evangelio,
como joven, esposa, madre y médico.
te damos gracias también porque
por medio de la entrega de su vida
nos enseñas a acoger y honrar a toda criatura humana.

Tú, Señor Jesús,
has sido para ella referencia privilegiada:
te ha sabido reconocer
en la belleza de la naturaleza;
cuando se preguntaba qué camino debía tomar en la vida,
te buscaba y quería servirte del mejor modo posible;
en el amor conyugal ha sido signo
de tu amor por la Iglesia y por la humanidad;
como tú, buen samaritano, se ha detenido
junto a toda persona enferma, pequeña y débil;
siguiendo tu ejemplo y por amor,
se ha dado totalmente, engendrando nueva vida.

Espíritu Santo, fuente de toda perfección,
concédenos también a nosotros sabiduría,
inteligencia y valor para que,
siguiendo el ejemplo de santa Gianna y por su intercesión,
en la vida, personal, familiar y profesional,
sepamos ponernos al servicio de todo hombre y de toda mujer
para crecer así en el amor y en la santidad.
Amén.