Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



domingo, 28 de julio de 2013



DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
 EN EL
ENCUENTRO CON LA CLASE DIRIGENTE DE BRASIL

Teatro Municipal de Río de Janeiro
Sábado 27 de julio de 2013.


Excelencias,

Señoras y señores.

Buenos días.
Doy gracias a Dios por la oportunidad de encontrar a una representación tan distinguida y cualificada de responsables políticos y diplomáticos, culturales y religiosos, académicos y empresariales de este inmenso Brasil.

Hubiera deseado hablarles en su hermosa lengua portuguesa, pero para poder expresar mejor lo que llevo en el corazón, prefiero hablar en español. Les pido la cortesía de disculparme.

Saludo cordialmente a todos y les expreso mi reconocimiento. Agradezco a Dom Orani y al Señor Walmyr Júnior sus amables palabras de bienvenida, de presentación y de testimonio. Veo en ustedes la memoria y la esperanza: la memoria del camino y de la conciencia de su patria, y la esperanza de que esta Patria, abierta a la luz que emana del Evangelio, continúe desarrollándose en el pleno respeto de los principios éticos basados en la dignidad trascendente de la persona.

Memoria del pasado y utopía hacia el futuro se encuentran en el presente que no es una coyuntura sin historia y sin promesa, sino un momento en el tiempo, un desafío para recoger sabiduría y saber proyectarla. Quien tiene un papel de responsabilidad en una nación está llamado a afrontar el futuro «con la mirada tranquila de quien sabe ver la verdad», como decía el pensador brasileño Alceu Amoroso Lima («Nosso tempo», en A vida sobrenatural e o mondo moderno, Río de Janeiro 1956, 106). Quisiera compartir con ustedes tres aspectos de esta mirada calma, serena y sabia: primero, la originalidad de una tradición cultural; segundo, la responsabilidad solidaria para construir el futuro y, tercero, el diálogo constructivo para afrontar el presente.

1. En primer lugar, es de justicia valorar la originalidad dinámica que caracteriza a la cultura brasileña, con su extraordinaria capacidad para integrar elementos diversos. El común sentir de un pueblo, las bases de su pensamiento y de su creatividad, los principios básicos de su vida, los criterios de juicio sobre las prioridades, las normas de actuación, se fundan, se fusionan y crecen en una visión integral de la persona humana.

Esta visión del hombre y de la vida característica del pueblo brasileño ha recibido también la savia del Evangelio, la fe en Jesucristo, el amor de Dios y la fraternidad con el prójimo. La riqueza de esta savia puede fecundar un proceso cultural fiel a la identidad brasileña y a la vez un proceso constructor de un futuro mejor para todos.

Un proceso que hace crecer la humanización integral y la cultura del encuentro y de la relación; ésta es la manera cristiana de promover el bien común, la alegría de vivir. Y aquí convergen la fe y la razón, la dimensión religiosa con los diferentes aspectos de la cultura humana: el arte, la ciencia, el trabajo, la literatura... El cristianismo combina trascendencia y encarnación; por la capacidad de revitalizar siempre el pensamiento y la vida ante la amenaza de frustración y desencanto que pueden invadir el corazón y propagarse por las calles.

2. Un segundo punto al que quisiera referirme es la responsabilidad social. Esta requiere un cierto tipo de paradigma cultural y, en consecuencia, de la política. Somos responsables de la formación de las nuevas generaciones, ayudarlas a ser capaces en la economía y la política, y firmes en los valores éticos. El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política, rehabilitar la política, que es una de las formas más altas de la caridad. El futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas, evite el elitismo y erradique la pobreza. Que a nadie le falte lo necesario y que se asegure a todos dignidad, fraternidad y solidaridad: éste es el camino propuesto. Ya en la época del profeta Amós era muy frecuente la admonición de Dios: «Venden al justo por dinero, al pobre por un par de sandalias. Oprimen contra el polvo la cabeza de los míseros y tuercen el camino de los indigentes» (Am 2,6-7). Los gritos que piden justicia continúan todavía hoy.

Quien desempeña un papel de guía, permítanme que diga, aquel a quien la vida ha ungido como guía, ha de tener objetivos concretos y buscar los medios específicos para alcanzarlos, pero también puede existir el peligro de la desilusión, la amargura, la indiferencia, cuando las expectativas no se cumplen. Aquí apelo a la dinámica de la esperanza que nos impulsa a ir siempre más allá, a emplear todas las energías y capacidades en favor de las personas para las que se trabaja, aceptando los resultados y creando condiciones para descubrir nuevos caminos, entregándose incluso sin ver los resultados, pero manteniendo viva la esperanza, con esa constancia y coraje que nacen de la aceptación de la propia vocación de guía y de dirigente.

Es propio de la dirigencia elegir la más justa de las opciones después de haberlas considerado, a partir de la propia responsabilidad y el interés del bien común; por este camino se va al centro de los males de la sociedad para superarlos con la audacia de acciones valientes y libres. Es nuestra responsabilidad, aunque siempre sea limitada, esa comprensión de la totalidad de la realidad, observando, sopesando, valorando, para tomar decisiones en el momento presente, pero extendiendo la mirada hacia el futuro, reflexionando sobre las consecuencias de las decisiones. Quien actúa responsablemente pone la propia actividad ante los derechos de los demás y ante el juicio de Dios. Este sentido ético aparece hoy como un desafío histórico sin precedentes, tenemos que buscarlo, tenemos que inserirlo en la misma sociedad. Además de la racionalidad científica y técnica, en la situación actual se impone la vinculación moral con una responsabilidad social y profundamente solidaria.

3. Para completar esta reflexión, además del humanismo integral que respete la cultura original y la responsabilidad solidaria, considero fundamental para afrontar el presente: el diálogo constructivo. Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación, cuando dialogan. Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin una incisiva contribución de energías morales en una democracia que se quede encerrada en la pura lógica o en el mero equilibrio de la representación de intereses establecidos. Considero también fundamental en este diálogo, la contribución de las grandes tradiciones religiosas, que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia. La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia de la dimensión religiosa en la sociedad, favoreciendo sus expresiones más concretas.

Cuando los líderes de los diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta siempre es la misma: Diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance, es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno encambio. El otro siempre tiene algo que darme cuando sabemos acercarnos a él con actitud abierta y disponible, sin prejuicios. Esta actitud abierta, disponible y sin prejuicios, yo la definiría como humildad social que es la que favorece el diálogo. Sólo así puede prosperar un buen entendimiento entre las culturas y las religiones, la estima de unas por las otras sin opiniones previas gratuitas y en clima de respeto de los derechos de cada una. Hoy, o se apuesta por el diálogo, o se apuesta por la cultura del encuentro, o todos perdemos, todos perdemos. Por aquí va el camino fecundo.

Excelencias,

Señoras y señores
Gracias por su atención. Tomen estas palabras como expresión de mi preocupación como Pastor de Iglesia y del respeto y afecto que tengo por el pueblo brasileño. La hermandad entre los hombres y la colaboración para construir una sociedad más justa no son un sueño fantasioso sino el resultado de un esfuerzo concertado de todos hacia el bien común. Los aliento en éste su compromiso por el bien común, que requiere por parte de todos sabiduría, prudencia y generosidad. Les encomiendo al Padre celestial pidiéndole, por la intercesión de Nuestra Señora de Aparecida, que colme con sus dones a cada uno de los presentes, a sus familias y comunidades humanas y de trabajo, y de corazón pido a Dios que los bendiga. Muchas gracias.

Papa Francisco.


Fuente de la información

viernes, 3 de mayo de 2013

La Píldora del día siguiente

Es potencialmente abortiva y causa graves daños a la mujer.






La píldora del día siguiente, llamada también anticoncepción de emergencia y plan B, es una forma de aborto químico. Esta píldora actúa como una tempestad hormonal química que modifica la pared del útero e impide la implantación del embrión, en el caso de que haya ocurrido la fecundación, provocando así un aborto, es decir la muerte de un ser humano recién concebido. Al impedir la anidación del embrión se le califica como un método interceptivo.

Intereses económicos de los laboratorios que la fabrican y de las farmacias que la venden, aun conociendo sus reales efectos, contribuyen a que haya desinformación en cuanto a sus verdaderos efectos, y es que, esta píldora no solo puede matar a un ser inocente sino que también causa graves daños en la mujer.

Mecanismos de acción de la píldora del día siguiente:

El principio activo de la píldora del día siguiente es el levonorgestrel. El levonorgestrel es una progestina sintética biológica, en Venezuela se comercializa con el nombre de Postinor. Los mecanismos de acción del Levonorgestel son tres y el que se lleve a cabo uno o cualquiera de los otros depende del periodo del ciclo menstrual en el que se encuentre la mujer. Estos mecanismos son: 1- Sobre la ovulación (Efecto anovulatorio): Interviniendo en la maduración del folículo. 2-Sobre la fecundación (Efecto barrera): Interviniendo para dificultar el desplazamiento de los espermatozoides dentro de la trompa de Falopio y la capacitación de los mismos para ejercer la acción fecundante. Si se ha producido la fecundación pudiera dificultar el desplazamiento del cigoto a través de la trompa y provocar el desarrollo de éste dentro de la misma trompa ocasionando así un embarazo ectópico. 3- Sobre el anidamiento del embrión (Efecto abortivo): a) Interfiriendo en el desarrollo del mecanismo pre-implantación en el que se establece un dialogo entre las hormonas maternas y las hormonas del embrión en la fase de blástula para definir el lugar del útero donde se ha de implantar el segundo. b) Alterando las paredes del endometrio al no permitirle tener el grosor necesario para que se logre la implantación del blastocito, por lo que este viene expulsado del cuerpo materno.
Otros mecanismos de acción de la Píldora del día siguiente: algunos científicos señalan que la PDS puede actuar provocando la regresión del cuerpo lúteo y de esta manera se disminuye la producción de la progesterona necesaria para el desarrollo del embrión. Indican que también puede ejercer un rol en los mecanismos de defensa materno – fetales, es decir que el organismo de la madre actúa como un anticuerpo frente al embrión, lo desconoce y procura eliminarlo.

Efectos de la píldora del día siguiente en la mujer.

Son varios y serios los efectos que la PDS produce en la mujer, entre estos se encuentra que: la PDS es una tempestad hormonal que altera el ciclo menstrual de la mujer produciendo adelantos o atrasos de la menstruación, hemorragias, sensibilidad en las mamas, mareos y nauseas, fatigas y cansancio, dolor de cabeza, dolor abdominal, diarrea. La PDS puede aumentar el riesgo de fenómenos tromboembolicos, causar embolismo pulmonar. Su uso frecuente puede producir cáncer de hígado y causar infertilidad. Asumida por jóvenes entorno a los 15 años aumenta el riesgo de cáncer de seno en un 150%.

Otros aspectos importantes entorno a la PDS.

Es importante señalar que el uso de la Píldora del día siguiente no protege contra el contagio del sida, del virus del papiloma humano y de otras enfermedades de transmisión sexual.

Debido a los riesgos de cáncer de seno se recomienda la mamografía periódica a las mujeres que la usan.

Estudios recientes ha demostrado que la PDS no es tan eficiente como anticonceptivo como se pensaba. Los porcentajes de eficiencia de ésta píldora como anticonceptivo han disminuido del 80 al 23%. Esta información ha sido constatada tomando como dato un significativo aumento en el número de hijos nacidos de mujeres que consumen la píldora. Esto también significa que ha habido una disminución del efecto abortivo.

La Iglesia y el uso de medios interceptivos y contragestativos.

El aborto «es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento». Por tanto el uso de los medios de intercepción y contragestación forma parte del pecado de aborto y es gravemente inmoral. Además, en caso de que se alcance la certeza de haber realizado un aborto, se dan las graves consecuencias penales previstas en el derecho canónico[1].

Para facilitar la difusión del aborto, se han invertido y se siguen invirtiendo ingentes sumas destinadas a la obtención de productos farmacéuticos, que hacen posible la muerte del feto en el seno materno, sin necesidad de recurrir a la ayuda del médico. La misma investigación científica sobre este punto parece preocupada casi exclusivamente por obtener productos cada vez más simples y eficaces contra la vida y, al mismo tiempo, capaces de sustraer el aborto a toda forma de control y responsabilidad social[2].

Es cierto que anticoncepción y aborto, desde el punto de vista moral, son males específicamente distintos: la primera contradice la verdad plena del acto sexual como expresión propia del amor conyugal, el segundo destruye la vida de un ser humano; la anticoncepción se opone a la virtud de la castidad matrimonial, el aborto se opone a la virtud de la justicia y viola directamente el precepto divino « no matarás »[3].
Esther María Iannuzzo P.



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[3] Cfr. CONGRAGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción Dignitas Personae, N. 23.
[3] Cfr. JUAN PABLO II, Carta enc. Evangelium Vitae, N. 13.
[3] Cfr. Ibid.



sábado, 13 de abril de 2013

Los católicos y el voto electoral II



La participación en la vida política del propio país es un derecho y es también un deber que tiene cada ciudadano. Para el católico es una obligación ineludible. Sólo participando activamente en los procesos electorales que se lleven a cabo, a cualquier nivel, en nuestro país podemos tener influencia en las medidas y leyes que se pretendan llevar adelante para ser aprobadas. Sólo participando activamente podemos lograr mantener vivos y firmes los valores morales fundados en nuestra Fe, allí donde aun están presentes, y ayudar a restaurarlos donde se han perdido. No participar activamente en los procesos electorales de nuestro país es un grave pecado de omisión.
Hay procesos electorales en los que ninguno de los candidatos que se presentan a la contienda nos convencen del todo o pudiéramos estar decepcionados, e incluso dolidos, por situaciones presentes o del pasado, de gobiernos anteriores a cuyos partidos o tendencias de gobierno representen los candidatos con mayor opción y que consideremos que ninguno merece nuestro voto. Aún así debemos votar, el deber con nuestra patria y con nuestros compatriotas así nos lo exige. El católico tiene el derecho/deber, luego de un minucioso discernimiento, de decidirse por un candidato, el que considere entre las opciones que se presentan, que reúne las mayores capacidades y condiciones para regir los destinos de la nación. Debe elegir la opción mejor o, según sea el caso, aquella que represente el mal menor para el país. El Concilio Vaticano II ha sido firme en esto y dice que: ≤los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la “política”; es decir, en la multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común, que comprende la promoción y defensa de bienes tales como el orden público y la paz, la libertad y la igualdad, el respeto de la vida humana y el ambiente, la justicia, la solidaridad, etc.≥(1). Y dice, este mismo concilio, en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes N. 75: “Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos el derecho y al mismo tiempo el deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común. La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio”.
Pero todo no queda aquí, el deber como católico va más allá y le indica que la elección de su voto debe ser coherente con los principios de su fe. Con relación a esto la Congregación para la doctrina de la fe nos ilumina y nos señala: “La fe en Jesucristo, que se ha definido a sí mismo ≤camino, verdad y vida≥ (Jn 14,6), exige a los cristianos el esfuerzo de entregarse con mayor diligencia en la construcción de una cultura que, inspirada en el Evangelio, reproponga el patrimonio de valores y contenidos de la tradición católica. Es insuficiente y reductivo pensar que el compromiso social de los católicos se deba limitar a una simple transformación de las estructuras, pues si en la base no hay una cultura capaz de acoger, justificar y proyectar las instancias que derivan de la fe y de la moral, las transformaciones se apoyaran siempre sobre fundamentos frágiles”(2).
Para que un proceso electoral pueda llevarse a cabo dentro de un ambiente de armonía y paz, sin duda hace falta, es indispensable, el respeto por el adversario, por aquél que piensa distinto a mí. En este aspecto también se pronuncia la Iglesia Católica y en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes N. 28 señala: “Quienes sienten u obran de modo distinto al nuestro en materia social, política e incluso religiosa, deben ser también objeto de nuestro respeto y amor. Cuanto más humana y caritativa sea nuestra comprensión íntima de su manera de sentir, mayor será la facilidad para establecer con ellos el diálogo”. Y, continúa diciendo: “Esta caridad y esta benignidad en modo alguno deben convertirse en indiferencia ante la verdad y el bien. Más aún, la propia caridad exige el anuncio a todos los hombres de la verdad saludable. Pero es necesario distinguir entre el error, que siempre debe ser rechazado, y el hombre que yerra, el cual conserva la dignidad de la persona incluso cuando está desviado por ideas falsas o insuficientes en materia religiosa. Dios es el único juez y escrutador del corazón humano. Por ello, nos prohíbe juzgar la culpabilidad interna de los demás”.

Vayamos pues todos, como hermanos, este domingo 14 de abril, en nombre de Dios, guiados por el Espíritu Santo y amparados bajo el manto de María Santísima a contribuir con nuestro voto a la construcción de una mejor Venezuela donde todos tengamos cabida.

Qué Dios bendiga a Venezuela.

Esther María Iannuzzo P.




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(1) Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n 42.
(2) Cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, n 7