Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



miércoles, 30 de noviembre de 2011

Gansos en la nieve



Las calles se comienzan a vestir de fiesta, el ambiente comienza a notarse diferente, los vendedores aprovechan las instancias del momento para mejorar sus precios, adornar sus tiendas, y claro, vender todo lo que puedan. Se acerca Navidad, para nosotros cristianos tiene un sentido y valor únicos, recordar y hacer presente ese momento histórico en donde Dios nos visita con un rostro humano; Él decide, por amor, hacerse hombre y compartir 33 años con nosotros. Su paso fue breve, pero marcó indiscutiblemente nuestras vidas, nos trajo el mensaje de amor, paz, bien y perdón a todos los hombres; ojalá a partir de este primer domingo de Adviento, nuestra carrera de preparación sea para el encuentro con Jesús, y que una vez más, nos esforcemos para darle a la Navidad el verdadero sentido.

Había una vez un hombre que no creía en Dios. No tenía reparos en decir lo que pensaba de la religión y de las festividades cristianas como la Navidad. Su mujer, en cambio, era creyente a pesar de los comentarios desdeñosos de su marido. Una Nochebuena que estaba nevando, la mujer se disponía a llevar a sus hijos a la parroquia de la localidad agrícola donde vivían, le pidió al marido que los acompañara, pero se negó.

¡Qué tonterías! -argumentó- ¿Por qué Dios se iba a rebajar a la tierra adoptando la forma de hombre? ¡Qué ridiculez! Los niños y la esposa se marcharon, y él se quedó en casa. Un rato después, los vientos empezaron a soplar con mayor intensidad y se desató una ventisca. Observando por la ventana, todo lo que aquel hombre veí¬a era una cegadora tormenta de nieve y decidió relajarse sentado ante la chimenea. Al cabo de un rato, oyó un golpazo en la ventana, luego oyó un segundo golpe fuerte; miró hacia afuera, pero no logró ver más que a unos pocos metros de distancia. Cuando amainó la nevada, se aventuró a salir para ver qué habí¬a golpeado la ventana, y encontró a dos gansos muertos y una bandada de gansos salvajes en su potrero.

Por lo visto, iban camino al sur para pasar el invierno y se vieron sorprendidos por la tormenta de nieve; perdidos, terminaron en aquella granja sin abrigo ni alimento. Daban aletazos y volaban bajo, en círculos por el campo, cegados por la borrasca, sin seguir un rumbo fijo. El agricultor sintió lástima por los gansos y quiso ayudarlos.

Sería ideal que se quedaran en el granero -pensó- ahí estarán al abrigo y a salvo mientras pasa la tormenta.

Dirigiéndose al establo, abrió las puertas de par en par; luego aguardó y observó con la esperanza de que las aves advirtieran que estaba abierto, pero no obstante, se limitaron a revolotear dando vueltas. Ni siquiera se dieron cuenta de la existencia del granero y de lo que podía significar en esas circunstancias.

El hombre intentó llamar la atención de las aves, pero sólo consiguió asustarlas y que se alejaran más. Entró a la casa y salió con algo de pan, lo fue partiendo en pedazos y dejando rastros hasta el establo; sin embargo, los gansos no entendieron.

El hombre empezó a sentir frustración; corrió tras ellos tratando de ahuyentarlos en dirección al granero, pero lo único que consiguió fue asustarlos más y que se dispersaran. Por mucho que intentara, no conseguía que entraran al granero, donde estarían abrigados y seguros.

¿Por qué no me seguirán? -exclamó- ¿Es que no se dan cuenta que ese es el único sitio donde podrán sobrevivir a la nevasca?

Reflexionando unos instantes, cayó en la cuenta de que unas aves no seguirían a un ser humano. Si yo fuera uno de ellos, entonces sí podría salvarlos, pensó.

Seguidamente, se le ocurrió una idea: entró al establo, agarró a un ganso doméstico y lo llevó en brazos paseándolo entre sus congéneres salvajes; luego lo soltó, el ganso voló entre los demás y se fue directamente al interior del establo; una por una, las otras aves lo siguieron hasta que estuvieron todas a salvo.

El campesino se quedó en silencio por un momento mientras las palabras que había pronunciado hacía unos instantes resonaban en su cabeza: "si yo fuera uno de ellos, ¡entonces sí que podría salvarlos!"

Reflexionó luego en lo que había dicho a su mujer: "¿Por qué Dios iba a querer ser como nosotros? ¡Qué ridiculez!"

De pronto, todo empezó a cobrar sentido; entendió que eso era precisamente lo que Dios había hecho: nosotros éramos como aquellos gansos, estábamos ciegos, perdidos y a punto de perecer. Dios se volvió como nosotros a fin de indicarnos el camino, y por consiguiente, salvarnos.

El agricultor comprendió el sentido de la Navidad y por qué Jesús había venido a la tierra. Junto con aquella tormenta pasajera, se disiparon años de incredulidad. De rodillas elevó su primera plegaria: "Gracias Señor, por venir en forma humana a sacarme de la tormenta".

Sí, Jesús vino a sacarnos de la tormenta, de la tormenta individual que muchas veces nos ciega, nos hace perder el camino de nuestra vida y nos lleva a la deriva. ¡Dejemos de dar vueltas sin sentido! Cuando creamos haber perdido el rumbo, volvamos los ojos a Él. Miremos el pesebre, miremos la cruz... ellos nos mostrarán el rumbo que dará sentido a nuestra existencia.

P. Dennis Doren, L.C.
ddoren@legionaries.org


Benedicto XVI: “Vosotras mujeres católicas sois para las iglesias locales como la columna vertebral”.


Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus.

En la presente exhortación apostólica el Papa dirige unas palabras a las mujeres del continente africano, valora la riqueza que ellas representan para el continente, hace referencia a las humillaciones a las que la gran mayoría de ellas son sometidas y resalta la importancia de la participación de la mujer en el desarrollo de las iglesias locales.

Las mujeres africanas, dice el Papa, con sus muchos talentos y sus preciosos dones son una gran riqueza para la familia, la sociedad y la iglesia. La iglesia y la sociedad necesitan que las mujeres encuentren el puesto que les corresponde en el mundo ≤para que el ser humano pueda vivir sin deshumanizarse completamente≥[1]. Que los obispos animen y promuevan la formación de las mujeres para que asuman ≤su propia parte de responsabilidad y de participación en la vida comunitaria de la sociedad y de la iglesia≥ Y así contribuirán a la humanización de la sociedad[2].

Junto con los padres sinodales, el Papa invita a los discípulos de Cristo a combatir todos los actos de violencia contra las mujeres, a denunciarlos y a condenarlos. Sería conveniente, señala, que los comportamientos dentro de la iglesia fueran un modelo para el conjunto de la sociedad. Son todavía demasiadas las prácticas humillantes para las mujeres, las vejaciones en nombre de tradiciones ancestrales[3]. Si bien, no se puede negar que se ha progresado en favorecer la promoción y la educación de la mujer en algunos países de África, sin embargo, en su conjunto, aún no se ha llegado a valorar y reconocer plenamente su dignidad, sus derechos y su aportación esencial a la familia y a la sociedad. La promoción de las jóvenes y las mujeres es menos favorecida que la de los jóvenes y los hombres[4]. En mi viaje a África, insistí en que ≤hay que reconocer, afirmar y defender la misma dignidad del hombre y la mujer: ambos son personas, diferentes de cualquier otro ser viviente del mundo que les rodea≥. El cambio de mentalidad en este campo es desgraciadamente demasiado lento. La iglesia tiene la obligación de contribuir a este reconocimiento y liberación de la mujer, siguiendo el ejemplo de Cristo[5] (cf. Mt 15,21-28; Lc 7, 36-50; 8, 1-3; 10,38-42; Jn 4,7-42)[6].

Hay que crear para la mujer un ámbito en el que pueda tomar la palabra y desarrollar sus talentos mediante iniciativas que refuercen su valía, su autoestima y su especificidad, esto, dice el Papa, les permitirá ocupar en la sociedad un puesto igual al del hombre – sin confundir ni uniformar la especificidad de cada uno -, pues ambos son imagen del Creador[7] (Cf. Gn 1,27)[8].

Vosotras mujeres católicas, os inscribís en la tradición evangélica de las mujeres que asistían a Jesús y a los apóstoles (cf. Lc 8,3)[9] . Sois para las iglesias locales como la ≤columna vertebral≥. Cuando la paz se ve amenazada y la justicia ultrajada, cuando la pobreza sigue creciendo, vosotras os mantenéis firmes en la defensa de la dignidad humana, de la familia y de los valores de la religión[10] . ≤Queridas hijas de la iglesia, aprended continuamente en la escuela de Cristo, como María de Betania, a reconocer su Palabra (cf. Lc 10,39)[11] . Formaos en el catecismo y en la Doctrina Social de la Iglesia, donde encontraréis los principios que os ayudarán a comportaros como verdaderas discípulas. Así os comprometeréis adecuadamente a los diferentes proyectos a favor de las mujeres≥[12].

Ante el mal de aborto, presente también de manera significativa en África, el Papa se dirige a las mujeres africanas con estas palabras: “No dejéis de defender la vida, pues Dios os ha hecho receptoras de la vida. La iglesia estará siempre a vuestro lado”[13].

Finaliza el Santo Padre, la parte de esta exhortación que ha dedicado a las mujeres con estas palabras: “Ayudad con vuestros consejos y ejemplo a las jóvenes para que afronten con paz la vida adulta. Ayudaos mutuamente. Respetad a las más ancianas de entre vosotras. La Iglesia cuenta con vosotras para crear una ≤ecología humana≥ mediante el amor y la ternura, la acogida y la delicadeza y, sobre todo, mediante la misericordia, valores que vosotras sabéis inculcar a los hijos, y de los cuales el mundo tiene tanta necesidad. Así, mediante la riqueza de vuestros dones propiamente femeninos, favoreceréis la reconciliación de los hombres y de las comunidades” [14].


Esther María Iannuzzo.



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[1] BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 19 de noviembre del 2011, N. 55.
[2] Ibid, N. 57.
[3] Entre otras humillaciones cito aquí, las mutilaciones genitales a las que son sometidas muchas jóvenes, en gran parte de los casos, por parte de sus mismos familiares.
[4] Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 19 de noviembre del 2011, N. 56.
[5] Cf. Ibid. N. 57.
[6] Mt 15,21-28 La mujer cananea; Lc 7, 36-50 Jesús perdona a la pecadora; Lc 8,1-3 Mujeres que siguen a Jesús; Lc 10, 38-42 Marta y María; Jn 4,7-42 Jesús y la samaritana.
[7] Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 19 de noviembre del 2011, N. 57.
[8] ≤Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer lo creó≥.
[9] ≤Juana, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes; Susana y otras muchas, que los atendían con sus bienes≥.
[10] Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 19 de noviembre del 2011, N. 58.
[11] Tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del señor, escuchaba sus palabras.
[12] BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 19 de noviembre del 2011, N. 59.
[13] Ibid.
[14] Ibid.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Mi caminar con Dios


No sé cuál sea la experiencia que tú tengas, pero para mí ha sido todo muy claro, la generosidad de Dios supera, por mucho, lo que yo le pueda dar. Su amor, su paciencia, su perdón, su comprensión, son señales tan claras de su presencia cercana en mi vida, que sólo tengo palabras de agradecimiento y admiración.

Una cosa he aprendido en mi vida al caminar: “No puedo ganarle a Dios cuando se trata de dar” Por más que yo quiero darle, siempre me gana Él a mí, porque me regresa más de lo que yo le dí. Si yo doy, no es porque tengo, más bien tengo porque doy; y cuando Dios me pide, es porque Él me quiere dar; y cuando Dios me da, es porque me quiere pedir. Si tú quieres, haz la prueba y comienza a darle hoy, ya verás que en poco tiempo tú también podrás decir... Una cosa he aprendido en mi vida al caminar: “no puedo ganarle a Dios cuando se trata de dar”.

Un día, un hombre sabio y piadoso clamó al cielo por una respuesta. El hombre aquel, encabezaba un grupo de misioneros que oraban por la paz del mundo, para lograr que las fronteras no existieran y que toda la gente viviera feliz. La pregunta que hacían era: ¿Cuál es la clave, Señor, para que el mundo viva en armonía?

Entonces los cielos se abrieron, y después de un magnífico estruendo, la voz de Dios les dijo: COMODIDAD. Todos los misioneros se veían entre sí, sorprendidos y extrañados de escuchar tal término de la propia voz de Dios. El hombre sabio y piadoso, preguntó de nuevo: ¿Comodidad Señor?, ¿qué quieres decir con eso? Dios respondió:

La clave para un mundo pleno es: Como dí, dad; es decir, así como yo les dí, dad tú a tu prójimo. Como dí, dad tú fe; como dí, dad tú esperanza; como dí, dad tú caridad; como dí, sin límites, sin pensar en nada más que dar, dad tú al mundo.

Dios nos da un gran ejemplo de amor y humildad, ahora nos toca a nosotros, dando lo poco o mucho que podamos. Lo importante es hacerlo con amor y sin buscar nada a cambio, sólo querer el bien de los demás. Por eso la clave está en: Como dí, dad.

P. Dennis Doren, L.C.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

Benedicto XVI: “Sobre la vida humana en África se ciernen serias amenazas” (1)



Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus

    En la recién publicada Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus el Santo Padre Benedicto XVI señala que entre las disposiciones para proteger la vida humana en el continente africano, los miembros del sínodo han tenido en consideración los esfuerzos desplegados por las instituciones internacionales a favor de ciertos aspectos de desarrollo, en los que se observa con preocupación que hay falta de claridad ética en los encuentros internacionales, e incluso, un lenguaje confuso que trasmite valores contrarios a la moral católica. Por ello los padres sinodales han querido subrayar los aspectos cuestionables de ciertos documentos de entes internacionales en especial los que se refieren a la salud reproductiva de la mujer. Con relación a esto el Papa reafirma: “la postura de la iglesia no admite ambigüedad alguna por lo que se refiere al aborto. El niño en el seno materno es una vida humana que se ha de proteger”, y prosigue diciendo “El aborto, que consiste en eliminar a un inocente no nacido, es contrario a la voluntad de Dios, pues el valor y la dignidad de la vida humana debe ser protegida desde la concepción hasta la muerte natural”. El Papa exhorta a la iglesia en África y en las islas vecinas a asumir el compromiso de ayudar y apoyar a las mujeres y a los cónyuges tentados por el aborto, y a estar cerca de los que han tenido esta triste experiencia, con el fin de educar en el respeto a la vida. Y se alegra por la valentía de los gobiernos que han legislado en contra de la cultura de la muerte, de la cual el aborto es una dramática expresión, y a favor de la cultura de la vida(2).
   Entre otras amenazas que atentan contra la vida humana en África el Papa hace referencia a los estragos que causa el abuso de drogas y de alcohol, que están destruyendo el potencial humano del continente y que afecta especialmente a los jóvenes. El paludismo, la tuberculosis y el Sida, enfermedades estas que diezman la población africana y dañan gravemente su vida socioeconómica. Al referirse en particular al problema del Sida dice que este exige sin duda una respuesta médica y farmacéutica. Pero que esto no es suficiente, pues el problema es más profundo. Es sobre todo ético. El cambio de conducta que requiere – como, por ejemplo, la abstinencia sexual, el rechazo a la promiscuidad sexual, la fidelidad en el matrimonio – plantea en último término la cuestión fundamental del desarrollo integral, que implica un enfoque y una respuesta global de la iglesia. Para que sea eficaz, la prevención del Sida debe basarse en una educación sexual fundada en una antropología enraizada en el derecho natural, e iluminada por la palabra de Dios y las enseñanzas de la iglesia(3).

   El Papa hace un llamado a los institutos y programas de investigación farmacéutica que luchan por erradicar las pandemias a que no escatimen esfuerzos para llegar lo antes posible a resultados, por amor al don precioso de la vida. Que puedan encontrar soluciones y hacer accesibles a todos los tratamientos y las medicinas, teniendo en cuenta las situaciones de precariedad. La iglesia sostiene desde hace mucho tiempo la causa de un tratamiento médico de alta calidad y de menor costo para todos los afectados(4).

   En la lucha a favor de la vida y en contra de la cultura de la muerte, dice el Santo Padre ≤no debemos temer a la hostilidad y la impopularidad, rechazando todo compromiso y ambigüedad que nos conformaría a la mentalidad de este mundo (cf. Rm 12,2). Debemos estar en el mundo, pero no ser del mundo (Cf. Jn 15,19; 17,16), con la fuerza que nos viene de Cristo, que con su muerte y resurrección han vencido al mundo (Cf. Jn 16,33) ≥(5).

   Dirigiéndose a las instituciones sanitarias de la iglesia y a todas las personas que a diverso titulo trabajan en ellas, les pide que se esfuercen en ver en cada enfermo un miembro sufriente del Cuerpo de Cristo. Y les dice: ≤Queridos operadores sanitarios, sed portadores de la compasión de Jesús a quienes sufren. Sed pacientes, sed fuertes y tened ánimo. En lo que respecta a las pandemias, los medios financieros y materiales son indispensables, pero insistid también sin descanso en informar y educar a la población y, sobre todo, a los jóvenes(6). Es preciso que las instituciones sanitarias se regulen según las normas éticas de la iglesia, asegurando los servicios de acuerdo con su enseñanza y exclusivamente a favor de la vida. Cada institución sanitaria, en fin, debe contar con una capilla. Su presencia recordará al personal (dirección, gestores, médicos, enfermeras…) y al enfermo que sólo Dios es el Señor de la Vida y de la muerte≥(7).

Esther María Iannuzzo.


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(1)BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 19 de noviembre del 2011, N. 72.
(2)Cf. Ibid, N. 70.
(3)Cf. Ibid, N. 72.
(4)Cf. Ibid, N. 73.
(5)Cf. Ibid, N. 71.
(6)Cf. Ibid, N. 140.
(7)Cf. Ibid, N. 141.




jueves, 17 de noviembre de 2011

Los amigos de Amy


Amy Winehouse


“No man is an island, entire of itself;
every man is a piece of the continent, a part of the main”
– JOHN DONNE, Meditation XVII
(“Ningún hombre es una isla en sí mismo;
cada hombre es un pedazo del continente, una parte del todo”)

Han pasado casi cuatro meses desde que fue noticia la muerte de Amy Winehouse (23 de julio). Su último evento fue mi primer “encuentro” con ella. Me sorprendió su muerte tan joven aún más que la reseña de sus logros artísticos, la insistencia en presentar su continuo caer en las drogas y el alcohol o su inclusión en el llamado “Club de los 27”. Y de verdad sentí pena por ella, sin conocerla de nada.

Un par de días después recibí un e-mail que mostraba, en serie, fotografías impactantes de Amy. Exhibían los efectos devastadores de los estupefacientes y del abuso en la bebida. La impresión que me llevé no fue poca: la que al inicio fuera una chica bonita y atractiva, radiante, aparentemente feliz, se convertía a cada paso en un modelo desfigurado de sí misma. Su cuerpo macilento, aún luchaba por resultar provocativo. El rostro, con manchas oscuras y agujeros en la piel, tampoco era el de antes: su sonrisa perdió algunos dientes y denotaba frenesí. En sus ojos se leía tristeza, angustia, hastío… incluso delirio. En más de una ocasión me fue difícil creer que se tratara de la misma persona. Sólo mirando con atención los tatuajes de los brazos (hacia el final muy enflaquecidos) pude convencerme de que era la misma, siempre ella. Siempre Amy.

Confieso que no me gustó el e-mail y que la exposición de esas fotos no me ha dado nuevos motivos para mantenerme alejado de la adicción. Pero ante todo no creo que sea justo reducir a Amy (ni a nadie) a una imagen, ni viva ni después de muerta, por más que se aproveche para transmitir un mensaje positivo. Allí, había una persona. Esos retratos tristes son la ventana a la vida de un ser humano, de alguien como yo, una chica que fue mucho más que contorsiones ante el escenario o fallos en una existencia. No pueden convertirse sin más en un símbolo “del camino a evitar”, olvidándonos de la persona.

Cuando miraba las fotos de Amy me vino espontánea una pregunta: ¿dónde estaban sus amigos en todos esos momentos? ¿Quiénes fueron estos amigos? ¿Se preocuparon realmente de ella? Es verdad que la mejor de las amistades no puede suplir la libertad personal; y un problema de drogadicción no es nunca una situación fácilmente manejable. Sin embargo, volvía a lo mismo, no podía quitarme la interrogante por sus amigos: ¿la habrán acompañado en los momentos duros? ¿Le permanecieron fieles, hasta cuándo? Quiero creer que no la abandonaron, que no se cruzaron de brazos ni dijeron jamás “no hay nada que hacer contigo…”. Quiero creer que no se resignaron, que no temieron hablarle con claridad aunque parecieran incómodos, que no la dejaron simplemente “ser ella” y dejarla libre, a su aire, cuando avanzaba a su destrucción. Quiero creer que tuvo verdaderos amigos y que éstos se comportaron como tales.
 
En su Meditation XVII, John Donne escribía: “Any man's death diminishes me, because I am involved in mankind, and therefore never send to know for whom the bells tolls; it tolls for thee” (“La muerte de cualquier hombre me afecta, porque yo soy parte de la humanidad, y por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”). En una muerte está toda la humanidad y un reclamo a cada hombre; también en el hombre que sufre está la humanidad que clama el auxilio de un amigo. Y cada hombre puede ser ese amigo.

Me habría gustado conocer a Amy en persona, en cualquiera de sus fases. No para aprovecharme de sus éxitos ni para presumir una foto con ella; solamente para estarle cercano, para hablar con ella, para ofrecerle un apoyo amigo en su lucha. Quisiera haberle dicho que me importaba y que contaba conmigo. Pero ya no es posible. No con Amy Winehouse. Pero seguramente no faltan en este mundo tantos hombres y mujeres de quienes podamos ser, tarde o temprano, el amigo fiel que necesitan.


H. Vicente D. Yanes, L.C.