Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



domingo, 31 de octubre de 2010

Santa Gianna Beretta Molla


El dia de su matrimonio con Pedro Molla.
24 de septiembre de 1955.
             Esposa, Madre, Médico.
Gianna Beretta Molla es una Santa de nuestros tiempos (1922 – 1962) que llegó a los altares sacrificando la posibilidad de salvar su vida por salvar la vida de su hija.

Gianna Beretta nació el 4 de octubre de 1922 en Magenta, ciudad cercana a Milán, Italia. Estudió medicina. En sus pacientes más allá que un cuerpo para sanar veía un alma inmortal y les brindaba ayuda espiritual. Descubrió su vocación al matrimonio y se casó con Pedro Molla, un ingeniero industrial, con el que tuvo cuatro hijos y con el que compartía diversas actividades sociales. Entre otras cosas, Gianna tocaba pianoforte, pintaba sobre tela, vestía con elegancia y frecuentaba La Scala de Milán.

En el año 1961, cuando estaba a la espera de su cuarto hijo, le diagnosticaron un tumor canceroso en el útero, a Gianna le recomendaron el aborto para poder someterse a un tratamiento y salvar su vida. No accedió a esta propuesta pero acepto ser operada para extraerle el tumor y la operación fue un éxito. No acepto ningún tratamiento que pusiera en peligro la vida del bebé y continúo con su embarazo orando mucho y colocándose en las manos de Dios para aceptar su voluntad.
Cuando llegó el momento de dar a luz a su hija, consciente del riesgo que corría su vida, se dirigió a su esposo con estas palabras: “Pedro, si deben decidir entre la criatura y yo, no duden: elijan a la criatura, yo lo elijo, ¡sálvenla! Yo hago la voluntad de Dios y Dios providenciará lo necesario para mis hijos”.

La niña nació el 21 de abril de 1962, era sábado Santo, y le colocaron el nombre de Gianna Emmanuela. Una semana después, el 28 de abril, en medio de fuertes dolores murió Gianna a la edad de 39 años.

Gianna con dos de sus hijos.
 Gianna Beretta Molla fue beatificada por Juan Pablo II en abril de 1994, dentro de la celebración del año internacional de la familia. El milagro atribuido a su intercesión y que la llevó a ser declarada beata fue la recuperación milagrosa de Lucia Cirilo de Brasil, quien padecía una grave infección luego de una cesárea.

Fue canonizada por el mismo Juan Pablo II el 16 de mayo del 2004. El milagro que abrió la causa de canonización fue realizado en Elizabette Arcolino Comparini quien con tres meses de embarazo perdió todo el líquido amniótico. Ella y su esposo le pidieron a la beata y la niña nació bien en mayo del 2000. Las circunstancias de este nacimiento son científicamente inexplicables. A la niña la llamaron Gianna.

Con la vida y la santidad de Gianna Dios dio al mundo un ejemplo de lo que son las vocaciones de madre y de médico vividas a plenitud y con total entrega. Como madre pensó antes en su hija que en ella misma, y como médico pensó, ante todo, en la vida que tenía entre sus manos.

Pudiera interpretarse como un hecho providencial el sacrificio realizado por Gianna a inicios de la década de los años sesenta, una década marcada por el hedonismo, la liberación sexual, el amor libre y la salida al mercado de la píldora anticonceptiva, ya que ella representa todo lo contrario a esto. En medio de todos estos hechos que atentan contra la dignidad de la persona humana se erige la figura de Gianna que supo entender el verdadero sentido de ser mujer, esposa y madre.
 
Juan Pablo II junto a la hija de Gianna,
Gianna Emmanuela. A la derecha Pedro Molla.
Resulta también providencial el hecho de que haya sido justamente a Juan Pablo II, el Papa de la Evangelium Vitae, a quien le haya correspondido, luego del proceso pertinente, declarar Beata y luego Santa a Gianna.

Sin duda alguna, en la sociedad actual en la que la mujer se desempeña en diferentes ámbitos y buscar compaginar los roles de esposa, madre y profesional, Gianna Beretta Molla debería ser mostrada como un ejemplo del cómo desempeñar estas funciones simultáneamente con éxito e incluso con heroísmo.
Para las mujeres que se encuentra embarazadas y atraviesan por alguna dificultad, Gianna es un ejemplo del cómo afrontar un embarazo difícil y es también un apoyo ya que pueden encomendarse a ella.

Procurar la muerte del hijo que se lleva en las entrañas, o poner a riesgo su vida, sean cuales sean las circunstancias por las que atraviesa la madre y cualquiera haya sido la situación en la que se produjo el embarazo, no es nunca la mejor salida. Lo mejor es colocarse en las manos de Dios, hacer todo lo mejor que podamos hacer, evitar todo el mal que podamos evitar y continuar adelante.

Esther María Iannuzzo.

Santa Gianna Beretta Molla

Oración a Santa Gianna Beretta Molla


Patrona de las mujeres embarazadas y de los movimientos por-vida.

Dios, Padre nuestro,
te alabamos y te bendecimos
porque en Santa Gianna Beretta Molla
nos has concedido y dado a conocer
a una mujer, testigo del Evangelio,
como joven, esposa, madre y médico.
te damos gracias también porque
por medio de la entrega de su vida
nos enseñas a acoger y honrar a toda criatura humana.

Tú, Señor Jesús,
has sido para ella referencia privilegiada:
te ha sabido reconocer
en la belleza de la naturaleza;
cuando se preguntaba qué camino debía tomar en la vida,
te buscaba y quería servirte del mejor modo posible;
en el amor conyugal ha sido signo
de tu amor por la Iglesia y por la humanidad;
como tú, buen samaritano, se ha detenido
junto a toda persona enferma, pequeña y débil;
siguiendo tu ejemplo y por amor,
se ha dado totalmente, engendrando nueva vida.

Espíritu Santo, fuente de toda perfección,
concédenos también a nosotros sabiduría,
inteligencia y valor para que,
siguiendo el ejemplo de santa Gianna y por su intercesión,
en la vida, personal, familiar y profesional,
sepamos ponernos al servicio de todo hombre y de toda mujer
para crecer así en el amor y en la santidad.
Amén.

sábado, 30 de octubre de 2010

Benedicto XVI a los Obispos de Brasil: “Al defender la vida no debemos temer la oposición e impopularidad”.

Ciudad del Vaticano, jueves 28 de octubre de 2010.

Ante la próximas elecciones en Brasil y el posible triunfo de las mismas de la candidata apoyada por el presidente saliente, en materia de aborto, y la posible legalización de la interrupción del embarazo en ese país, y ante las amenazas recibidas por algunos obispos por manifestarse a favor de la vida y en contra de esa legalización; el Papa en su discurso a los obispos de la región Nordeste de Brasil durante su visita “ad Limina” les señaló:

“Vuestro deber como obispos, junto con vuestro clero, es mediar, en cuanto que os compete contribuir a la purificación de la razón y al despertar de las fuerzas morales necesarias para la construcción de una sociedad justa y fraterna. Cuando, sin embargo, los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas lo exigieran, los pastores tienen el grave deber de emitir un juicio moral, también en cuestiones políticas(1).

Al formular esto juicios, los pastores deben tener en cuenta el valor absoluto de aquellos preceptos morales negativos que declaran moralmente inaceptable la elección de una determinada acción intrínseca mala e incompatible con la dignidad humana; tal elección no puede ser redimida por la bondad de cualquier fin, consecuencia o circunstancia. Por tanto, sería totalmente falsa e ilusoria cualquier defensa de los derechos humanos políticos, económicos y sociales que no incluyeran la enérgica defensa del derecho a la vida desde su concepción hasta la muerte natural(2). También como parte de los esfuerzos hacia lo más débiles y más indefensos, ¿hay algo más indefenso que un niño no nacido o un paciente en estado vegetativo o terminal? Cuando los proyectos políticos contemplan, abierta o veladamente, la descriminalización del aborto o de la eutanasia, el ideal democrático – que solo es verdaderamente tal cuando reconoce y tutela la dignidad de toda persona humana – es traicionado en sus bases(3). Por tanto, queridos hermanos en el Episcopado, al defender la vida “no debemos temer la oposición e impopularidad, rechazando cualquier compromiso y ambigüedad que nos conformen con la mentalidad de este mundo”(4).

Además de eso, para ayudar mejor a los laicos a vivir su compromiso cristiano y socio-político de un modo unitario y coherente, es “necesaria – como os dije en Aparecida – una catequesis social y una adecuada formación en la Doctrina Social de la Iglesia(5). Esto significa también que en determinadas ocasiones, los pastores deben también recordar a todos los ciudadanos el derecho, que es también un deber, de usar libremente el propio voto para la promoción del bien común(6).

En este punto, la política y la fe se tocan. La fe tiene, sin duda, su naturaleza específica de encuentro con Dios vivo que abre nuevos horizontes mucho más allá del ámbito propio de la razón. “En efecto, sin la corrección ofrecida por la religión también la razón puede volverse víctima de ambigüedades, como sucede cuando es manipulada por la ideología, o pretende ser aplicada de una manera parcial, sin tener en consideración la dignidad de la persona humana(7).

Sólo respetando, promoviendo y enseñando incansablemente la naturaleza trascendente de la persona humana podrá una sociedad ser construida. Así, Dios debe “encontrar lugar también en la esfera pública, particularmente en las dimensiones cultural, social, económica y particularmente política(8).


Esther María Iannuzzo.


____________________
(1) Cf. Gaudium et Spes, 76.
(2) Cf. Chritifideles laici, 38.
(3) Cf. Evangelium Vitae, 74.
(4) Cf. Ibid, 82.
(5) Discurso Inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latino-Americano y del Caribe, 3
(6) Cf. Gaudium et Spes, 75.
(7) Viaje Apostólico al Reino Unido, Encuentro con autoridades civiles, 17-IX-2010.
(8) Caritas in Veritate, 56.

Fuente de la información: Cf. ZENIT.org - Servicio Diario 28 de octubre 2010.


viernes, 29 de octubre de 2010

LA LIEBRE Y LA TORTUGA ANTE UN MUNDO GLOBALIZADO….


Cada día el mundo globalizado te va marcando la pauta de que sólo no avanzas, que aunque tengas muchas cualidades y seas fuerte como el acero, si caminas solo todo se te hará más difícil. Esto mismo pasa en el ámbito familiar, laboral, estudiantil, empresarial. Lamentablemente, los hombres estamos muy ensimismados en nuestros triunfos personales, en nuestros objetivos y proyectos de vida, para alcanzar la así llamada calidad de vida.

Creemos que nosotros con nuestras propias fuerzas somos capaces de todo, y lamentablemente vamos dejando de lado ayudas muy importantes, yo diría, esenciales. El egoísmo y la autosuficiencia van cobrando tal fuerza, que luego nos cobra la felicidad, el triunfo o la realización que a la hora de la hora nunca llegan. Aprendamos la gran lección que hoy la conocida fábula de la liebre y la tortuga nos enseña... ellas lograron entrar cristianamente al mundo globalizado, supieron aplicar la solidaridad y la subsidiaridad, es decir, en donde el más grande ayuda al más pequeño y el más pequeño aporta sus cualidades al más grande. ¿Recuerdas la fábula?

Una tortuga y una liebre siempre discutían sobre quién era más rápida. Para demostrarlo, decidieron correr una carrera; eligieron una ruta y comenzaron la competencia. La liebre arrancó a toda velocidad y corrió enérgicamente durante algún tiempo. Luego, al ver que llevaba mucha ventaja, decidió sentarse bajo un árbol para descansar un rato, recuperar fuerzas y luego continuar su marcha. Pero pronto se durmió. Todos nos decíamos ¡ay, liebre presumida e ingenua, la pagaste cara! La tortuga, que andaba con paso lento, la alcanzó, la superó y terminó primera, declarándose vencedora indiscutible.

Moraleja: Los lentos y estables ganan la carrera.

Pero la historia no termina aquí: la liebre, decepcionada tras haber perdido, hizo un examen de conciencia y reconoció sus errores. Descubrió que había perdido la carrera por ser presumida y descuidada. Si no hubiera dado tantas cosas por supuestas, nunca la hubiesen vencido. Entonces, desafió a la tortuga a una nueva competencia. Esta vez, la liebre corrió de principio a fin y su triunfo fue evidente.

Moraleja: Los rápidos y tenaces vencen a los lentos y estables.

Pero la historia tampoco termina aquí: Tras ser derrotada, la tortuga reflexionó detenidamente y llegó a la conclusión de que no había forma de ganarle a la liebre en velocidad. Como estaba planteada la carrera, ella siempre perdería; por eso desafió nuevamente a la liebre, pero propuso correr sobre una ruta ligeramente diferente. La liebre aceptó y corrió a toda velocidad, hasta que se encontró en su camino con un ancho río. Mientras la liebre, que no sabía nadar, se preguntaba “¿qué hago ahora?” la tortuga nadó hasta la otra orilla, continuó a su paso y terminó en primer lugar.

Moraleja: Quienes identifican su ventaja competitiva (saber nadar) y cambian el entorno para aprovecharla, llegan primero.

Pero la historia tampoco termina aquí: el tiempo pasó, ¡y tanto compartieron la liebre y la tortuga que terminaron haciéndose buenas amigas! Ambas reconocieron que eran buenas competidoras y decidieron repetir la última carrera, pero esta vez corriendo en equipo. En la primera parte, la liebre cargó a la tortuga hasta llegar al río. Allí, la tortuga atravesó el río con la liebre sobre su caparazón y, sobre la orilla de enfrente, la liebre cargó nuevamente a la tortuga hasta la meta. Como alcanzaron la línea de llegada en un tiempo récord, sintieron una mayor satisfacción que aquella que habían experimentado en sus logros individuales.

Moraleja: Es bueno ser individualmente brillante y tener fuertes capacidades personales. Pero, a menos que seamos capaces de trabajar con otras personas y potenciar recíprocamente las habilidades de cada uno, no seremos completamente efectivos. Siempre existirán situaciones para las cuales no estamos preparados y que otras personas pueden enfrentar mejor. La liebre y la tortuga también aprendieron otra lección vital: cuando dejamos de competir contra un rival y comenzamos a competir contra una situación, complementamos capacidades, compensamos defectos, potenciamos nuestros recursos... y ¡obtenemos mejores resultados!

¡Cómo me gustaría que esto sucediera en todas nuestras familias, en el mismo ámbito empresarial! es decir, que exista tanta unión, comprensión y colaboración, que el esfuerzo de todos, refleje una sociedad en donde se respire un crecimiento y una armonía que haga que se realicen los designios de Dios sobre los hombres.


P. Dennis Doren, L.C.
 
ddoren@legionaries.org

martes, 26 de octubre de 2010

Negar el derecho a la objeción de conciencia es ir en contra de la dignidad de la Conciencia Moral.

Todo hombre tiene derecho a actuar de acuerdo a su conciencia, el mismo Dios, creador del hombre y que le ha otorgado el libre albedrio, respeta este derecho.

La dignidad de la persona humana que está arraigada en su creación a imagen y semejanza de Dios(1) supone una rectitud de conciencia moral, es decir que ésta se halle de acuerdo con lo que es justo y bueno según la razón y según la ley de Dios. A causa de la misma dignidad personal, el hombre no debe ser forzado a obrar contra su conciencia, ni se le debe impedir actuar de acuerdo con ella, sobretodo en el campo religioso, dentro de los límites del bien común(2).

La iglesia nos enseña que en el intimo de la conciencia el hombre descubre una ley que no es él a dársela pero a la cual debe obedecer, es una voz que lo llama siempre a amar, a hacer el bien y a huir del mal. Cuando esta voz se manifiesta dice a los oídos del corazón: “haz esto, escapa de esto otro”. El hombre tiene en realidad una ley escrita por Dios dentro de su corazón; obedecer a ésta ley es la dignidad misma del hombre, y según esa será juzgado(3).

Cuando el hombre sigue los dictámenes de esa voz se hace más hombre, se enaltece, se dignifica. Y, por el contrario, cuando el hombre actúa orientado hacia el mal atenta contra su propia dignidad

 La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa(4).

Existe en el hombre una ley natural(5) que no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos lo que es   preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta ley natural descansa en la razón del hombre y se realiza a partir de su voluntad y de su libertad. Por medio de esta ley, podemos saber que el adulterio, el aborto y el robo son males porque podemos razonar que violan derechos fundamentales. La ley natural no es convencional, es inmutable y es la misma para todos.

Es por todo ello que ni los médicos ni el personal sanitario de ninguna institución, en ningún estado o país pueden ser obligados a actuar en contra de su conciencia y de sus convicciones éticas y morales como pretenden algunas leyes que favorecen las practicas del aborto y de la eutanasia. Si algún médico movido por la presión y ante el temor de perder su trabajo, accede a practicar abortos y/o realizar actos de eutanasia, no solo estará atentando contra la ley natural que lleva inscrita en su corazón, atenta contra sí mismo y contra los derechos y la dignidad de las personas que bajo sus acciones pierden el don más preciado; la vida.

La objeción de conciencia(6) es un derecho subjetivo a resistir los mandamientos de la autoridad cuando contradicen los propios principios morales.

 Nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente(7), en el caso del aborto, ni a un enfermo terminal, o una persona que se encuentre en estado vegetativo persistente, en el caso de la eutanasia, y nadie tiene el derecho de coaccionar bajo ninguna ley a otra persona a realizar tales acciones.


Esther María Iannuzzo.


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(1) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica. Compendio, Paulinas, Lima 2005, N.358.
(2) Cf. Ibid, N. 373.
(3) CONC. VAT. II; Gaudium et Spes, N. 16.
(4) Cf. Ibid, N. 17.
(5) Distinta a la ley revelada, la ley natural es lo que los seres humanos podemos conocer, por medio de la razón. Es lo que está al alcance de la razón sin recurso de la Fe.  La Ley Natural es “la participación de la criatura racional en la ley eterna”. Santo Tomas de Aquino.; Suma Teológica 1ª, 2ae, quest. 91, art. 2.
(6) Es el rechazo al cumplimiento de determinadas normas jurídicas por ser estas contrarias a las creencias éticas o religiosas de una persona. 
(7) CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instr. Donum Vitae, sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, 22 febrero 1987, Introd., 5.



miércoles, 20 de octubre de 2010

Edith Stein: “La Educación es una misión religiosa; el maestro es casi un mediador entre Dios y el discípulo”

Edith Stein.
(Santa Teresa Bendicta de la Cruz)
Edith Stein “era una pedagoga innata” así la han definido quienes la conocieron. Preocupada siempre por ofrecer lo mejor de sí a sus alumnos y de conducirlos a ellos a un pleno conocimiento de ellos mismos, consideraba que el maestro debe iniciar al discípulo en el conocimiento de Dios, de las leyes de la creación y debe conducirlo al Reino de los Cielos.

De acuerdo a esta visión de la acción educativa el educador es llamado por Dios a abrir el alma del alumno al influjo de la gracia y a desarrollar sus energías inactivas moldeándolas a imagen de Dios. Maestro y discípulo sirven y obedecen a Dios. El maestro manda pero no por autoridad propia sino como una tarea que ha recibido de lo alto. El alumno se somete al maestro no como a una autoridad terrena que dicta las leyes a su gusto, sino como a aquella Autoridad Superior que le ha dado al maestro una tarea y una dignidad.

Adhiriéndose a la “analogía entis”(1) de Santo Tomas de Aquino, Edith Stein, admite que en el alma humana exista una semilla de la imagen de Dios y para desarrollarla plenamente la persona tiene necesidad de la ayuda sobrenatural de la gracia y de la ayuda natural de la obra educativa humana. Si esta última le viene dada el alumno podrá acercase al cuadro ideal de perfección que le es innato.  

Edith Stein sostienen que una obra educativa verdaderamente fructuosa solo puede ser realizada por personas que estén profundamente formadas y preparadas para la profesión didáctica e indica que de tres maneras diferentes un maestro puede influir sobre sus alumnos: con la palabra que instruye, con la acción pedagógica y con el propio ejemplo personal. Estas tres maneras son el medio con el cual puede mover a sus alumnos a una participación intima al proceso formativo y señala que, la participación del maestro se limita a una mera influencia exterior ya que éste puede esforzarse para hacer vibrar las fibras profundas del ánimo de sus alumnos, puede ofrecerles su guía y su ayuda, pero, su obra formativa es siempre una mediación, porque cada educación es una auto-educación y cada formación es una auto-formación.

“Quien frecuenta la escuela de la Sagrada Escritura como discípulo diligente, llevará luego a su escuela al Salvador, y los niños sentirán que Él está entre ellos y que los ayuda en su trabajo, y así, Él tomará plena posesión de sus almas…El alma formada por la palabra de Dios continua, aun sin quererlo, a educar como educa la escritura”. Edith Stein.


Esther María Iannuzzo.



 
(1) Analogía del ente (Del latín «analogía entis»). Concepto metodológico central en la filosofía católica (Neotomismo, Escolástica, Tomismo, Tomas de Aquino). La analogía del ente implica que todo ser (trátese de un objeto material, de un fenómeno o de una idea) es parecido a otro y, al mismo tiempo, es distinto de él. Partiendo de este principio, la filosofía católica establece la escala jerárquica del ente. Por cuanto en la analogía del ente se considera que lo primario y determinante es la semejanza, la unidad, según la metafísica escolástica (Tomás de Aquino; entre los escolásticos modernos, Erich Przywara y otros), la causa, la fuente inicial de la multiplicidad cualitativa del ente no puede ser más que una fuerza exterior, sobrenatural: Dios, en quien coinciden todas las diferencias. De este modo, en el concepto de analogía del ente se da carácter absoluto a la identidad, a la semejanza de objetos» y fenómenos, mientras que sus diferencias cualitativas se reducen a cuantitativas. Dicho concepto fue introducido en la escolástica medieval.

lunes, 18 de octubre de 2010

Edwards. ¡No es el Nobel por la Ética!

P. Gonzalo Miranda, L.C.
Fundador y Profesor de la Facultad
de Bioética del Ateneo Pontificio Regina
Apostolorum de Roma.

¿Cuántos millones de niños no nacidos?

Roma, 10 de octubre 2010. Un periodista me pregunta: “¿por qué la iglesia se opone a la concesión del premio Nobel a Robert Edwards?”, pionero de la fecundación in vitro. No se trata de oponerse sino de distinguir: no le ha sido concedido el “Nobel por la ética” (que, afortunadamente no existe) sino el de la medicina. Viendo muchos comentarios, parecería en cambio que el reconocimiento por parte de la Academia de Oslo deba por fuerza eliminar toda duda y toda pregunta sobre los múltiples problemas éticos vinculados a la práctica de la fecundación artificial.

Se repite continuamente la cifra de cuatro millones de niños nacidos gracias a las investigaciones de Edwards. Y parece que, con estos números a la mano, cualquier intento de reflexión esta ya fuera de lugar. “El Vaticano prepara la hoguera mediática”, ha escrito alguno. Hay, sin embargo, una cosa extraña en el mundo de la fecundación artificial: no pocos operadores en este campo se arrepienten y cambian de trabajo. Conozco a varios.  Reflexionan, se interrogan, se atormentan… y a veces dejan las probetas, a pesar de las abundantes ganacias. ¿Han visto alguna vez a un ginecólogo atormentado en su conciencia por el hecho de que con su trabajo ayuda a los niños a venir a este mundo en la sala de parto?
Cuatro millones de niños nacidos. ¿Cuántos millones de niños no nacidos?, ¿Cuántos millones eliminados en estado embrional en el mismo momento en que sus hermanos eran transferidos en el vientre de la madre?, ¿Cuántos millones se encuentran hoy congelados en nitrógeno liquido, porque “sobran”?. No se trata tan solo de desviaciones o de incidentes imprevistos. Robert Edwards anunció haber obtenido ya embriones humanos in vitro en dos artículos científicos en los primeros años sesenta. Naturalmente, no soñaba ni siquiera, en aquel tiempo, en transferirlos al útero para darles la posibilidad de continuar viviendo. Embriones humanos producidos en laboratorio con el objeto de mejorar la técnica. Louise Brown(1) nació luego de que muchos embriones humanos habían sido sacrificados para poder obtener el resultado.
Se recurre a la escapatoria del “pre-embrión”. Se afirma que antes de la implantación en el útero es solo un “amasijo de células”  o un mero “proyecto de vida”, y ya está, problema resuelto. Para nada.  Los manuales de embriología humana continúan testarudos a enseñar que en el momento de la concepción comienza la existencia de un nuevo individuo, en la especie humana, un individuo humano. Y además, si no sobre los embriones, ¿queremos decir algo al menos sobre los niños que nacen de la fecundación in vitro? “Todos sanos” han escrito en estos días. Se ve que leen poco. En el presente abundan los artículos en las revistas científicas especializadas que evidencian toda una serie de problemáticas médicas, de ningún modo banales, sobre los hijos de la probeta.

He aquí algunos recientes:

- “Los niños nacidos de parejas infértiles, cualquiera que haya sido el tratamiento, corren un mayor riesgo de nacimiento prematuro y de bajo peso, condiciones asociadas con el retardo del desarrollo” (Pedriatic and Perinatal Epidemiology, marzo 2009).

- “Aunque la ICSI (Técnica muy utilizada hoy) es aceptada, permanecen las preocupaciones sobre su seguridad y sus potenciales riesgos para los niños”; tasa de malformaciones congénitas del 6,5% contra el 4% general (Gynecol Obstet Invest, enero 2010).

- “Diversos desordenes del imprinting(2) genético ocurren con una frecuencia significativamente superior en los niños concebidos con la reproducción asistida que en aquellos concebidos espontáneamente” (Ann Endocrinol, Paris, mayo 2010).

- “Hemos verificado un aumento moderado del riesgo de contraer cáncer en los niños concebidos con la FIVET” (Pediatrics, julio 2010).

Los verdaderos expertos del sector conocen estos y otros estudios preocupantes. Los apologistas de la fecundación artificial no lo quieren saber. La gente normal, sobre todo las parejas infértiles, deberían ser informadas. Por mera justicia. ¿Todo limpio, entonces? En realidad no. Y esto explica en parte la perplejidad y los abandonos de algunos operadores  del sector.

Se tendría luego que agregar toda una reflexión sobre el respeto de la dignidad de la persona en el modo de hacerla existir y venir a este mundo. Las personas se procrean no se producen. La persona es el fruto de un acto inter-personal de amor de los propios padres. Las técnicas que se pongan como ayuda a fin que el acto de amor en la donación sexual de los esposos pueda dar su fruto natural, se colocan en la lógica de la procreación. La fecundación in vitro es un acto de producción.

Me han respondido recientemente sobre un periódico, diciéndome que el niño nacido por fecundación artificial es fruto de un acto de amor; incluso similar al acto de amor creador de Dios. Se confunden las cosas. Puedo desear tener un hijo, como puedo desear tener un iPad. Y puedo, en ambos casos, poner los medios necesarios para obtenerlo, aun con sacrificios. Esto es amor en cuanto a voluntad de… No es éste el amor esponsal que genera un hijo. El hijo nace de un acto de amor entre los esposos no de un mero acto de voluntad para obtener el niño deseado. Lo entiende bien el técnico que toma conciencia de que es él, y solo él, el que causa la existencia del niño en su laboratorio. Una vez obtenidas las células necesarias de los futuros padres, ellos no tienen nada que ver. Podrían incluso, haber muerto en un accidente de regreso a su casa. El técnico puede continuar adelante y hacer surgir las nuevas vidas. 

¿Han sido resueltas todas las dudas sobre la reproducción asistida? No me parece. La concesión del Nobel a Robert Edwards ciertamente no las elimina. Antes bien, debería estimular la reflexión y el debate.



P. Gonzalo Miranda, L.C.

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(1) Primera persona nacida a partir de la Fecundación in Vitro (25 de julio del 1978 Oldham, Gran Manchester, Inglaterra).
(2) Fenómeno por el que un gen se expresa de manera diferente dependiendo de si es de procedencia materna o paterna.
* Este artículo ha sido traducido del original en Italiano al Español por Esther María Iannuzzo.
* Las notas a pie de pagina han sido colocadas por Esther María Iannuzzo.




viernes, 15 de octubre de 2010

CARTA APOSTÓLICA EN FORMA DE «MOTU PROPRIO» UBICUMQUE ET SEMPER

DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI
CON LA CUAL SE INSTITUYE EL CONSEJO PONTIFICIO
PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

La Iglesia tiene el deber de anunciar siempre y en todas partes el Evangelio de Jesucristo. Él, el primer y supremo evangelizador, en el día de su ascensión al Padre, ordenó a los Apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28, 19-20). Fiel a este mandamiento, la Iglesia, pueblo adquirido por Dios para que proclame sus obras admirables (cf. 1 P 2, 9), desde el día de Pentecostés, en el que recibió como don el Espíritu Santo (cf. Hch 2, 1-4), nunca se ha cansado de dar a conocer a todo el mundo la belleza del Evangelio, anunciando a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el mismo «ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8), que con su muerte y resurrección realizó la salvación, cumpliendo la antigua promesa. Por tanto, para la Iglesia la misión evangelizadora, continuación de la obra que quiso Jesús nuestro Señor, es necesaria e insustituible, expresión de su misma naturaleza.

Esta misión ha asumido en la historia formas y modalidades siempre nuevas según los lugares, las situaciones y los momentos históricos. En nuestro tiempo, uno de sus rasgos singulares ha sido afrontar el fenómeno del alejamiento de la fe, que se ha ido manifestando progresivamente en sociedades y culturas que desde hace siglos estaban impregnadas del Evangelio. Las transformaciones sociales a las que hemos asistido en las últimas décadas tienen causas complejas, que hunden sus raíces en tiempos lejanos, y han modificado profundamente la percepción de nuestro mundo. Pensemos en los gigantescos avances de la ciencia y de la técnica, en la ampliación de las posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual, en los profundos cambios en campo económico, en el proceso de mezcla de etnias y culturas causado por fenómenos migratorios de masas, y en la creciente interdependencia entre los pueblos. Todo esto ha tenido consecuencias también para la dimensión religiosa de la vida del hombre. Y si, por un lado, la humanidad ha conocido beneficios innegables de esas transformaciones y la Iglesia ha recibido ulteriores estímulos para dar razón de su esperanza (cf. 1 P 3, 15), por otro, se ha verificado una pérdida preocupante del sentido de lo sagrado, que incluso ha llegado a poner en tela de juicio los fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador y la comprensión común de las experiencias fundamentales del hombre como nacer, morir, vivir en una familia, y la referencia a una ley moral natural.

Aunque algunos hayan acogido todo ello como una liberación, muy pronto nos hemos dado cuenta del desierto interior que nace donde el hombre, al querer ser el único artífice de su naturaleza y de su destino, se ve privado de lo que constituye el fundamento de todas las cosas.

Ya el concilio ecuménico Vaticano II incluyó entre sus temas centrales la cuestión de la relación entre la Iglesia y el mundo contemporáneo. Siguiendo las enseñanzas conciliares, mis predecesores reflexionaron ulteriormente sobre la necesidad de encontrar formas adecuadas para que nuestros contemporáneos sigan escuchando la Palabra viva y eterna del Señor.

El siervo de Dios Pablo VI observaba con clarividencia que el compromiso de la evangelización «se está volviendo cada vez más necesario, a causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días, para gran número de personas que recibieron el bautismo, pero viven al margen de toda vida cristiana; para las gentes sencillas que tienen una cierta fe, pero conocen poco los fundamentos de la misma; para los intelectuales que sienten necesidad de conocer a Jesucristo bajo una luz distinta de la enseñanza que recibieron en su infancia, y para otros muchos» (Evangelii nuntiandi, 52). Y, con el pensamiento dirigido a los que se han alejado de la fe, añadía que la acción evangelizadora de la Iglesia «debe buscar constantemente los medios y el lenguaje adecuados para proponerles o volverles a proponer la revelación de Dios y la fe en Jesucristo» (ib., n. 56). El venerable siervo de Dios Juan Pablo II puso esta ardua tarea como uno de los ejes su vasto magisterio, sintetizando en el concepto de «nueva evangelización», que él profundizó sistemáticamente en numerosas intervenciones, la tarea que espera a la Iglesia hoy, especialmente en las regiones de antigua cristianización. Una tarea que, aunque concierne directamente a su modo de relacionarse con el exterior, presupone, primero de todo, una constante renovación en su seno, un continuo pasar, por decirlo así, de evangelizada a evangelizadora. Baste recordar lo que se afirmaba en la exhortación postsinodal Christifideles laici: «Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidos a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformados por el continuo difundirse del indiferentismo, del laicismo y del ateísmo. Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado primer mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo —si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria— inspiran y sostienen una existencia vivida "como si Dios no existiera". Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves, de la vida, no son menos preocupantes y desoladores que el ateísmo declarado. Y también la fe cristiana —aunque sobrevive en algunas manifestaciones tradicionales y rituales— tiende a ser erradicada de los momentos más significativos de la existencia humana, como son los momentos del nacer, del sufrir y del morir. (...) En cambio, en otras regiones o naciones todavía se conservan muy vivas las tradiciones de piedad y de religiosidad popular cristiana; pero este patrimonio moral y espiritual corre hoy el riesgo de ser desperdigado bajo el impacto de múltiples procesos, entre los que destacan la secularización y la difusión de las sectas. Sólo una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad. Ciertamente urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se rehaga la trabazón cristiana de las mismas comunidades eclesiales que viven en estos países o naciones» (n. 34).

Por tanto, haciéndome cargo de la preocupación de mis venerados predecesores, considero oportuno dar respuestas adecuadas para que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización. Esta se refiere sobre todo a las Iglesias de antigua fundación, que viven realidades bastante diferenciadas, a las que corresponden necesidades distintas, que esperan impulsos de evangelización diferentes: en algunos territorios, en efecto, aunque avanza el fenómeno de la secularización, la práctica cristiana manifiesta todavía una buena vitalidad y un profundo arraigo en el alma de poblaciones enteras; en otras regiones, en cambio, se nota un distanciamiento más claro de la sociedad en su conjunto respecto de la fe, con un entramado eclesial más débil, aunque no privado de elementos de vivacidad, que el Espíritu Santo no deja de suscitar; también existen, lamentablemente, zonas casi completamente descristianizadas, en las cuales la luz de la fe está confiada al testimonio de pequeñas comunidades: estas tierras, que necesitarían un renovado primer anuncio del Evangelio, parecen particularmente refractarias a muchos aspectos del mensaje cristiano.

La diversidad de las situaciones exige un atento discernimiento; hablar de «nueva evangelización» no significa tener que elaborar una única fórmula igual para todas las circunstancias. Y, sin embargo, no es difícil percatarse de que lo que necesitan todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmente cristianos es un renovado impulso misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia. De hecho, no podemos olvidar que la primera tarea será siempre ser dóciles a la obra gratuita del Espíritu del Resucitado, que acompaña a cuantos son portadores del Evangelio y abre el corazón de quienes escuchan. Para proclamar de modo fecundo la Palabra del Evangelio se requiere ante todo hacer una experiencia profunda de Dios.

Como afirmé en mi primer encíclica Deus caritas est: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (n. 1). De forma análoga, en la raíz de toda evangelización no hay un proyecto humano de expansión, sino el deseo de compartir el don inestimable que Dios ha querido darnos, haciéndonos partícipes de su propia vida.

Por tanto, a la luz de estas reflexiones, después de haber examinado con esmero cada aspecto y haber solicitado el parecer de personas expertas, establezco y decreto lo siguiente:

Art. 1

§ 1. Se constituye el Consejo pontificio para la promoción de la nueva evangelización, como dicasterio de la Curia romana, de acuerdo con la constitución apostólica Pastor bonus.

§ 2. El Consejo persigue su finalidad tanto estimulando la reflexión sobre los temas de la nueva evangelización, como descubriendo y promoviendo las formas y los instrumentos adecuados para realizarla.

Art. 2
La actividad del Consejo, que se lleva a cabo en colaboración con los demás dicasterios y organismos de la Curia romana, respetando las relativas competencias, está al servicio de las Iglesias particulares, especialmente en los territorios de tradición cristiana donde se manifiesta con mayor evidencia el fenómeno de la secularización.

Art. 3
Entre las tareas específicas del Consejo se señalan:

1. profundizar el significado teológico y pastoral de la nueva evangelización;

2. promover y favorecer, en estrecha colaboración con las Conferencias episcopales interesadas, que podrán tener un organismo ad hoc, el estudio, la difusión y la puesta en práctica del Magisterio pontificio relativo a las temáticas relacionadas con la nueva evangelización;

3. dar a conocer y sostener iniciativas relacionadas con la nueva evangelización organizadas en las diversas Iglesias particulares y promover la realización de otras nuevas, involucrando también activamente las fuerzas presentes en los institutos de vida consagrada y en las sociedades de vida apostólica, así como en las agregaciones de fieles y en las nuevas comunidades;

4. estudiar y favorecer el uso de las formas modernas de comunicación, como instrumentos para la nueva evangelización;

5. promover el uso del Catecismo de la Iglesia católica, como formulación esencial y completa del contenido de la fe para los hombres de nuestro tiempo.

Art. 4

§ 1. Dirige el Consejo un arzobispo presidente, con la ayuda de un secretario, un subsecretario y un número conveniente de oficiales, según las normas establecidas por la constitución apostólica Pastor bonus y el Reglamento general de la Curia romana.

§ 2. El Consejo tiene miembros propios y puede disponer de consultores propios.

Ordeno que todo lo que se ha deliberado con el presente Motu proprio tenga valor pleno y estable, a pesar de cualquier disposición contraria, aunque sea digna de particular mención, y establezco que se promulgue mediante la publicación en el periódico «L'Osservatore Romano» y que entre en vigor el día de la promulgación.

Castelgandolfo, 21 de septiembre de 2010, fiesta de San Mateo, Apóstol y Evangelista, año sexto de mi pontificado.


BENEDICTUS PP. XVI

 


Instituido el Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización

Mons. Rino Fisichela.
“La Iglesia tiene el deber de anunciar siempre y en todas partes el Evangelio de Jesucristo”.

Benedicto XVI.

El martes 12 de octubre en la Oficina de Prensa de la Santa Sede tuvo lugar la presentación del Motu Proprio del Papa Benedicto XVI “Ubicumque et semper” con el que se instituye el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. La presentación del documento estuvo a cargo de Mons. Rino Fisichela quien ha sido nombrado por el Santo Padre como presidente de este nuevo dicasterio.
 
Mons. Rino Fisichela señaló que “La falta de conocimiento de los pilares básicos de la fe está llevando a comportamientos y juicios morales muchas veces en contraste con la propia fe” e indicó que el “objetivo del nuevo dicasterio es encontrar las formas adecuadas para renovar el anuncio del Evangelio ante tantos bautizados que no comprenden ya el sentido de pertenencia a la comunidad cristiana y que son víctimas del subjetivismo de nuestro tiempo”.

Mons. Rino Fisichella viene de ocupar los cargos de Rector de Pontificia Universidad Lateranense y de Presidente de la Pontificia Academia para la Vida.

Este nuevo dicasterio ha sido creado por el Santo Padre con la forma de “Pontificio Consejo” con el objetivo de promover una renovada evangelización en los países de occidente que están viviendo una "progresiva secularización de la sociedad y una suerte de "eclipse" del sentido de Dios". Funcionará con la colaboración de las conferencias episcopales, favorecerá el uso de las formas modernas de comunicación para difundir el Evangelio y promover el uso del Catecismo de la Iglesia Católica.


Esther María Iannuzzo.


Dedinición de algunos términos:

Motu Proprio:
Un “Motu Proprio” es un documento de la Iglesia Católica emanado por el Papa por su propia iniciativa y autoridad.
Se suele tratar de documentos breves, que afectan a cuestiones concretas.
Utilizado como expresión para indicar que se hace algo espontáneamente, sin responder a petición previa.

Dicasterio:
Etim.: Del griego: Tribunal
Antiguamente se llamaba dicasterio a todo tribunal de la Curia Romana del que no formaba parte un cardenal.
En la actualidad, Dicasterio es el nombre genérico para las agencias del gobierno de la Iglesia que componen la Curia Romana. Entre los dicasterios están: la Secretaría de Estado, las Congregaciones, los tribunales, consejos, oficios, comisiones y comités.
A cada dicasterio el Papa delega una función en servicio del gobierno de la Iglesia.

viernes, 8 de octubre de 2010

Déjate fundir, no te resistas… Cómo templar el acero.

Dios nos prueba como el oro en el crisol,  hay que fundirse para brillar, ¿realmente es necesario pasar por la vida con tantas pruebas, por tantos desencantos?, ¿la vida no sería más bella y más amable sin tantos contratiempos? Platicando con un joven le dije: todo sirve de bien para quien ama y tiene fe, realmente es aquí cuando entendemos que Dios escribe recto en líneas torcidas. Necesitamos dejarnos moldear, no poner resistencia; para que Dios vaya haciendo su obra en nosotros. Entender, seguir y dejarnos conducir por este principio no es fácil, pero es aquí en donde está la verdadera solución. Estoy seguro que todos nosotros queremos alcanzar la auténtica felicidad y sobre todo la realización personal en nuestra vida, es decir, cumplir la misión para la cual Dios N.S. nos ha creado. No nos debemos desanimar, no nos podemos desanimar, el camino es arduo y complejo, pero sabemos que no estamos solos. Un árbol para que dé buenos frutos necesita ser podado, tiene que experimentar el dolor de que alguien corte todas aquellas ramas secas, inútiles y que le restan fuerzas, así es nuestra vida. Espero que esta historia que a continuación te narro, te ayude un poco más en tu camino…

Se cuenta la historia del herrero que, después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a Dios. Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero a pesar de toda su dedicación, nada parecía andar bien en su vida, muy por el contrario, sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día. Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba, y que sentía compasión por su situación difícil, le comentó:

“Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar. No deseo debilitar tu fe, pero a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado”.

El herrero no respondió enseguida, él ya había pensando en eso muchas veces sin entender lo que acontecía con su vida, sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin respuesta, comenzó a hablar y terminó por encontrar la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:

"En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú cómo se hace esto?

Primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal hasta que se pone al rojo vivo; enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada. Luego la sumerjo en un balde de agua fría y el taller entero se llena con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura.


Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta, una sola vez no es suficiente”. El herrero hizo una larga pausa, y siguió: “A veces el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento; el calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. En ese momento, me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de espada y entonces, simplemente lo dejo en la montaña de fierro viejo que ves a la entrada de mi herrería”.

Hizo otra pausa más, y el herrero terminó: “Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es: Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí. Inténtalo de la manera que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en la montaña de fierro viejo de las almas”.

Para que un día yo también pueda decir.....“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (2 Timoteo 4, 7)

P. Dennis Doren, L.C.

ddoren@legionaries.org

domingo, 3 de octubre de 2010

Quiero ser tan alta como tú

Quiero ser tan alta como tú es una frase que cita Teresa, la joven novia del Taller del Orfebre, obra de Karol Wojtyla que es una meditación sobre el sacramento del matrimonio.
 En la obra Teresa evoca el momento en el que su ya marido Andrezej le pide que se case con él. Andrezej en ese momento preguntó a Teresa: ¿Quieres ser la compañera de mi vida? Él no pregunta ¿Quieres ser mi esclava?, ¿quieres estar sometida a mí y a mi voluntad por el resto de tu vida?
Él le ofrece vivir juntos una relación en la ambos estarán al mismo nivel. Tú serás mi compañera y te trataré como tal. Por su parte Teresa entiende el sentido de estas palabras y decide buscarse para la boda unos zapatos de tacón muy alto para verse tan alta como él.

Los esposos poseen igual dignidad de personas por lo tanto ambos están al mismo nivel en todos los aspectos.

Quiero ser tan alta como tú, significa ante todo que la mujer se reconoce a sí misma como una igual al hombre en cuanto a dignidad y que ella merece ser amada, tratada y respetada de acuerdo a esa dignidad.

La mujer en el matrimonio es una compañera del esposo y no una esclava. En el matrimonio ambos están el uno al cuidado del otro. Ambos deben organizarse para compatibilizar la vida familiar con la vida profesional. Ambos tienen el compromiso de acercar cada vez más al cónyuge a Dios y de ayudarlo a crecer en santidad.

Es importante, para la mujer que espera ser trata al mismo nivel y con respeto luego del matrimonio, mantener y manifestar esa dignidad y ese respeto por sí misma antes del matrimonio. El respeto en la pareja no inicia a partir del matrimonio, debe existir incluso antes de que inicie la relación de noviazgo y debe mantenerse en todo momento a lo largo de este.

Es muy difícil que luego del matrimonio se viva una relación de igualdad y de respeto si no se ha vivido antes de este.

La mujer que espera ser tratada a un mismo nivel, es decir no como un ser inferior a su marido, debe fijarse bien en quién y cómo es el hombre en el que coloca su corazón porque si se trata de un hombre que no se respeta a sí mismo no podrá nunca esperar que la respete a ella.

Para que un matrimonio esté a la altura de la unión querida por Dios entre el hombre y la mujer al principio de la creación, ambos, hombre y mujer, deben estar a la altura de ese compromiso que es un compromiso de amor, de respeto y de cooperación el uno con el otro, y que tiene su raíz en el amor de Dios hacia la humanidad que les ha creado hombre y mujer, diferentes pero complementarios, con igual dignidad y con la misión de poblar la tierra y dominarla (1) .

 
Esther María Iannuzzo.

 

(1) Gn 1,28.