Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



jueves, 17 de noviembre de 2011

Los amigos de Amy


Amy Winehouse


“No man is an island, entire of itself;
every man is a piece of the continent, a part of the main”
– JOHN DONNE, Meditation XVII
(“Ningún hombre es una isla en sí mismo;
cada hombre es un pedazo del continente, una parte del todo”)

Han pasado casi cuatro meses desde que fue noticia la muerte de Amy Winehouse (23 de julio). Su último evento fue mi primer “encuentro” con ella. Me sorprendió su muerte tan joven aún más que la reseña de sus logros artísticos, la insistencia en presentar su continuo caer en las drogas y el alcohol o su inclusión en el llamado “Club de los 27”. Y de verdad sentí pena por ella, sin conocerla de nada.

Un par de días después recibí un e-mail que mostraba, en serie, fotografías impactantes de Amy. Exhibían los efectos devastadores de los estupefacientes y del abuso en la bebida. La impresión que me llevé no fue poca: la que al inicio fuera una chica bonita y atractiva, radiante, aparentemente feliz, se convertía a cada paso en un modelo desfigurado de sí misma. Su cuerpo macilento, aún luchaba por resultar provocativo. El rostro, con manchas oscuras y agujeros en la piel, tampoco era el de antes: su sonrisa perdió algunos dientes y denotaba frenesí. En sus ojos se leía tristeza, angustia, hastío… incluso delirio. En más de una ocasión me fue difícil creer que se tratara de la misma persona. Sólo mirando con atención los tatuajes de los brazos (hacia el final muy enflaquecidos) pude convencerme de que era la misma, siempre ella. Siempre Amy.

Confieso que no me gustó el e-mail y que la exposición de esas fotos no me ha dado nuevos motivos para mantenerme alejado de la adicción. Pero ante todo no creo que sea justo reducir a Amy (ni a nadie) a una imagen, ni viva ni después de muerta, por más que se aproveche para transmitir un mensaje positivo. Allí, había una persona. Esos retratos tristes son la ventana a la vida de un ser humano, de alguien como yo, una chica que fue mucho más que contorsiones ante el escenario o fallos en una existencia. No pueden convertirse sin más en un símbolo “del camino a evitar”, olvidándonos de la persona.

Cuando miraba las fotos de Amy me vino espontánea una pregunta: ¿dónde estaban sus amigos en todos esos momentos? ¿Quiénes fueron estos amigos? ¿Se preocuparon realmente de ella? Es verdad que la mejor de las amistades no puede suplir la libertad personal; y un problema de drogadicción no es nunca una situación fácilmente manejable. Sin embargo, volvía a lo mismo, no podía quitarme la interrogante por sus amigos: ¿la habrán acompañado en los momentos duros? ¿Le permanecieron fieles, hasta cuándo? Quiero creer que no la abandonaron, que no se cruzaron de brazos ni dijeron jamás “no hay nada que hacer contigo…”. Quiero creer que no se resignaron, que no temieron hablarle con claridad aunque parecieran incómodos, que no la dejaron simplemente “ser ella” y dejarla libre, a su aire, cuando avanzaba a su destrucción. Quiero creer que tuvo verdaderos amigos y que éstos se comportaron como tales.
 
En su Meditation XVII, John Donne escribía: “Any man's death diminishes me, because I am involved in mankind, and therefore never send to know for whom the bells tolls; it tolls for thee” (“La muerte de cualquier hombre me afecta, porque yo soy parte de la humanidad, y por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”). En una muerte está toda la humanidad y un reclamo a cada hombre; también en el hombre que sufre está la humanidad que clama el auxilio de un amigo. Y cada hombre puede ser ese amigo.

Me habría gustado conocer a Amy en persona, en cualquiera de sus fases. No para aprovecharme de sus éxitos ni para presumir una foto con ella; solamente para estarle cercano, para hablar con ella, para ofrecerle un apoyo amigo en su lucha. Quisiera haberle dicho que me importaba y que contaba conmigo. Pero ya no es posible. No con Amy Winehouse. Pero seguramente no faltan en este mundo tantos hombres y mujeres de quienes podamos ser, tarde o temprano, el amigo fiel que necesitan.


H. Vicente D. Yanes, L.C.



 

1 comentario:

Dolly dijo...

Hola Esther Maria:
Este articulo "Los amigos de Amy", me parece bien centrado, sobre un tema que es de vida cotidiana y que muchas veces somos indiferentes, no tenemos cercania con las personas, amigos o no, que nos estan necesitando. Gracias al H. Yanez por hacernos reflexionar.
Gracias tambien por todos tus envios tan profundos.
Dolly