Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



miércoles, 23 de noviembre de 2011

Benedicto XVI: “Sobre la vida humana en África se ciernen serias amenazas” (1)



Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus

    En la recién publicada Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus el Santo Padre Benedicto XVI señala que entre las disposiciones para proteger la vida humana en el continente africano, los miembros del sínodo han tenido en consideración los esfuerzos desplegados por las instituciones internacionales a favor de ciertos aspectos de desarrollo, en los que se observa con preocupación que hay falta de claridad ética en los encuentros internacionales, e incluso, un lenguaje confuso que trasmite valores contrarios a la moral católica. Por ello los padres sinodales han querido subrayar los aspectos cuestionables de ciertos documentos de entes internacionales en especial los que se refieren a la salud reproductiva de la mujer. Con relación a esto el Papa reafirma: “la postura de la iglesia no admite ambigüedad alguna por lo que se refiere al aborto. El niño en el seno materno es una vida humana que se ha de proteger”, y prosigue diciendo “El aborto, que consiste en eliminar a un inocente no nacido, es contrario a la voluntad de Dios, pues el valor y la dignidad de la vida humana debe ser protegida desde la concepción hasta la muerte natural”. El Papa exhorta a la iglesia en África y en las islas vecinas a asumir el compromiso de ayudar y apoyar a las mujeres y a los cónyuges tentados por el aborto, y a estar cerca de los que han tenido esta triste experiencia, con el fin de educar en el respeto a la vida. Y se alegra por la valentía de los gobiernos que han legislado en contra de la cultura de la muerte, de la cual el aborto es una dramática expresión, y a favor de la cultura de la vida(2).
   Entre otras amenazas que atentan contra la vida humana en África el Papa hace referencia a los estragos que causa el abuso de drogas y de alcohol, que están destruyendo el potencial humano del continente y que afecta especialmente a los jóvenes. El paludismo, la tuberculosis y el Sida, enfermedades estas que diezman la población africana y dañan gravemente su vida socioeconómica. Al referirse en particular al problema del Sida dice que este exige sin duda una respuesta médica y farmacéutica. Pero que esto no es suficiente, pues el problema es más profundo. Es sobre todo ético. El cambio de conducta que requiere – como, por ejemplo, la abstinencia sexual, el rechazo a la promiscuidad sexual, la fidelidad en el matrimonio – plantea en último término la cuestión fundamental del desarrollo integral, que implica un enfoque y una respuesta global de la iglesia. Para que sea eficaz, la prevención del Sida debe basarse en una educación sexual fundada en una antropología enraizada en el derecho natural, e iluminada por la palabra de Dios y las enseñanzas de la iglesia(3).

   El Papa hace un llamado a los institutos y programas de investigación farmacéutica que luchan por erradicar las pandemias a que no escatimen esfuerzos para llegar lo antes posible a resultados, por amor al don precioso de la vida. Que puedan encontrar soluciones y hacer accesibles a todos los tratamientos y las medicinas, teniendo en cuenta las situaciones de precariedad. La iglesia sostiene desde hace mucho tiempo la causa de un tratamiento médico de alta calidad y de menor costo para todos los afectados(4).

   En la lucha a favor de la vida y en contra de la cultura de la muerte, dice el Santo Padre ≤no debemos temer a la hostilidad y la impopularidad, rechazando todo compromiso y ambigüedad que nos conformaría a la mentalidad de este mundo (cf. Rm 12,2). Debemos estar en el mundo, pero no ser del mundo (Cf. Jn 15,19; 17,16), con la fuerza que nos viene de Cristo, que con su muerte y resurrección han vencido al mundo (Cf. Jn 16,33) ≥(5).

   Dirigiéndose a las instituciones sanitarias de la iglesia y a todas las personas que a diverso titulo trabajan en ellas, les pide que se esfuercen en ver en cada enfermo un miembro sufriente del Cuerpo de Cristo. Y les dice: ≤Queridos operadores sanitarios, sed portadores de la compasión de Jesús a quienes sufren. Sed pacientes, sed fuertes y tened ánimo. En lo que respecta a las pandemias, los medios financieros y materiales son indispensables, pero insistid también sin descanso en informar y educar a la población y, sobre todo, a los jóvenes(6). Es preciso que las instituciones sanitarias se regulen según las normas éticas de la iglesia, asegurando los servicios de acuerdo con su enseñanza y exclusivamente a favor de la vida. Cada institución sanitaria, en fin, debe contar con una capilla. Su presencia recordará al personal (dirección, gestores, médicos, enfermeras…) y al enfermo que sólo Dios es el Señor de la Vida y de la muerte≥(7).

Esther María Iannuzzo.


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(1)BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 19 de noviembre del 2011, N. 72.
(2)Cf. Ibid, N. 70.
(3)Cf. Ibid, N. 72.
(4)Cf. Ibid, N. 73.
(5)Cf. Ibid, N. 71.
(6)Cf. Ibid, N. 140.
(7)Cf. Ibid, N. 141.




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