Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



viernes, 30 de septiembre de 2011

Características del verdadero y auténtico amor conyugal


Sólo cuando el hombre sale de sí mismo para darse al otro desinteresadamente encuentra su plena identidad humana pues es liberado de la tendencia al egoísmo por el amor al prójimo. La entrega o donación sincera y total solo es posible cuando se ama pues el amor hace que el hombre se realice mediante la entrega sincera de sí mismo. Para ello se necesita que este amor sea lo suficientemente maduro, y de esta manera el don de sí será pleno y total. El amor no se hace maduro por sí, casualmente, sino por medio de una sólida y prolongada formación, con un crecimiento gradual y con no poca abnegación personal para ir logrando la integración armónica de los elementos que lo constituyen. Estos elementos son, por una parte, aquellos que pertenecen a la esfera psicológica: la sexualidad, la emotividad, la afectividad, la simpatía y el enamoramiento. Y, por otra parte se deben considerar las tendencias más propias del espíritu humano como los son: la amistad, el amor de benevolencia (ágape) y el amor de deseos (eros). La integración de todos estos elementos hacen del amor conyugal un amor plenamente maduro y al mismo tiempo sensible y espiritual.

Como fruto logrado de esta progresiva maduración afectiva, el verdadero y autentico amor humano presenta estas siete características:

1) La Totalidad.
El amor maduro se llama también amor total e irrevocable, pues la elección de un ≤tú≥ (sea en sentido humano como divino) es definitivo y exclusivo, es decir, único, y la única razón es él mismo: ≤quien ama de verdad a su propio consorte, no lo ama sólo por lo que de él recibe, sino por sí mismo, gozoso de poderlo enriquecer con el don de sí≥. En esta totalidad no es un aspecto sólo el que nos interpela de la persona, sino toda ella; la persona de sexo diferente atrae no sólo por sus cualidades que complementan al otro, sino que atrae por quien es. El ≤valor≥ no es algo de la persona –su belleza, su cuerpo, su inteligencia- sino ella misma. ≤la persona aparece como alguien que tiene una alteridad absoluta singular≥. El enamoramiento surge al captar en la otra persona que toda ella representa un ≤valor≥ integral que me enriquece. La persona enamorada no es capaz de pensar en otra cosa. Sucede en ella una autentica transfiguración en donde la persona amada se contempla como una halo luminoso. Todo aparece bello en ella, hasta los defectos. Cuando el amor es total, es capaz de crear una unidad irrevocable y única entre el ≤yo≥ y el ≤tú≥. Una unidad que camina hacia la totalidad. De esta manera el amor será estable, indisoluble y eterno.

2) La intimidad.
Significa la presencia interior de la persona amada quien está presente en la memoria, en la imaginación, en los afectos y en el entendimiento. Se trata de una presencia que es la misma unión afectiva, como el amado está presente en el amante. Una presencia que no solamente es sentida, sino que también transforma al sujeto. De esta manera la intimidad supone una transformación: es el otro el que nos transforma con su modo de ser y con su personalidad, sobre todo en aquellas cualidades significativas que me han impactado. Entre las cualidades que pueden llamar la atención de otro, resaltan especialmente los valores humanos y el valor que es la persona misma, ya que permite una unión interior original. Dicha unión es gracias a la misma naturaleza del amor, que se expresa en la imitación o, más eficazmente, en la asimilación, pues quien ama resulta similar a lo que él ama.

3) La benevolencia.
Es el signo más claro de una lograda madurez afectiva en el amor verdadero e irrevocable. Significa darse desinteresadamente hasta olvidarse el propio ≤yo≥ para darse al ≤yo≥ del otro, en donde el propio ≤yo≥, lejos de desaparecer, se enriquece y reafirma. Significa tener en cuenta más al otro que a sí mismo, es decir: aceptar al otro como es, sin pretender cambiarle; encontrar tiempo diario para estar juntos y conversar de cosas personales; vivir la mutua comprensión hasta el grado de la complicidad; descubrir y admirar de modo permanente nuevas facetas y cualidades en el otro cónyuge; conquistar al otro cada día, sin tomarse descansos en el amor; cuidar los pequeños detalles en la convivencia; mantener el mutuo respeto de palabra y de obra. Si los esposos se esfuerzan en vivir así, su vida estará colmada de honestidad, plenitud, alegría y belleza sin igual. Todos los que han experimentado este grado de amor coinciden en afirmar que es imposible lograrlo por uno mismo, y que no basta ni siquiera en pareja. La tendencia al egoísmo siempre estará presente por lo que es necesario el Amor de un Tercero, que es Dios, fuente auténtica de todo amor humano.

4) La reciprocidad.
No basta que las personas se quieran bien, es preciso que sepan que se quieren bien. No basta que la presencia interior sea recíproca, es preciso que uno perciba que se da también tal presencia en el otro. La reciprocidad en el amor adquiere su sentido pleno en la actuación: es en ella donde se aprecia la reciprocidad al querer ambos, respectivamente, para la otra persona los mismos bienes. Los actos concretos ponen de manifiesto la realidad de este amor. Si hablamos con la persona amada, pretendemos que nos escuche, si le damos un abrazo, pretendemos que lo acoja y se involucre en él, abrazando también ella. La otra persona no es un mero receptor de actividades, sino parte intrínseca de una comunicación en donde aporta su propia originalidad. Por eso no es posible un amor totalmente desinteresado hacia el otro, pues por lógica interna, quien ama está verdaderamente interesado en esta comunidad de acción. Todo amor es siempre enormemente interesado, y especialmente el amor entre el hombre y la mujer, que entraña un deseo de despertar interés por uno mismo en el otro. Suprimir el deseo de interesar a la otra persona sería suprimir la posibilidad del amor conyugal.

5) La fidelidad.
El verdadero amor pide constancia en el tiempo. Sólo se enamoran dos seres temporales, es decir, que caminan en el tiempo, y que por lo tanto, se enamoran en un momento presente. Pero también, el amor le abre espacio al futuro, sin condiciones, hacia la parte de un libro que está por escribirse. Amar significa por lo tanto fidelidad; significa decir al otro: ≤te acojo en mi vida por lo que eres, por lo que has sido, pero también me comprometo por aquello que serás mañana y que todavía no conozco≥. La fidelidad o perseverancia del amor en el tiempo, requiere sacrificio, pues no pocas veces esta noble virtud se verá probada. Pero aunque pueda resultar difícil, siempre será ≤posible, noble y meritoria; nadie puede negarlo≥. Para que la fidelidad y el amor perseveren en el tiempo es necesario incluir a Dios a la hora del matrimonio y en la vida matrimonial. El no contar con Dios a la hora del matrimonio y en la vida matrimonial, es colocar la fidelidad mutua, ya desde el inicio, en la cuesta resbaladiza del fracaso. Pues, ¿Quién puede ser fiel a una persona, si la gracia de Dios con la que se vence a la tentación y al pecado no está de por medio?

6) La exigencia.
El amor es exigente, y sólo podrá exigir quien antes se ha exigido a sí mismo. La belleza del amor estriba precisamente en esta exigencia pues solo así el amor constituye el verdadero bien del hombre y lo irradia también a los demás. Juan Pablo II en su Carta a las familias subraya la imperiosa necesidad de que ≤los hombres de hoy descubran este amor exigente, porque en él está el fundamento verdaderamente solido de la familia≥. Esta afirmación es muy importante de cara a la fundamentación de la familia como centro de la civilización del amor. Podemos decir, a la luz de lo anterior, que ella está llamada a edificar la civilización del amor con un amor exigente, pues no exigir del amado lo mejor es indiferencia, lo contrario del amor.

7) La ternura.
La ternura junto con la afectividad, expresa Juan Pablo II en Familiaris Consortio, ≤constituyen el alma profunda de la sexualidad humana, incluso en su dimensión física≥, que libera a la sexualidad del peligro de ser usada como un objeto y le proporciona en cambio, su verdadera y plena dimensión humana. La ternura es fruto de una intimidad especial entre los dos cónyuges y expresa una singular presencia del amante en el amado en donde ser reconoce la originalidad y singularidad de la otra persona. Esta presencia genera el deseo de comunicar el propio aprecio y la propia cercanía que la persona vive en su interior. Esto es precisamente lo que se quiere comunicar en la ternura: la propia presencia en cuanto se hace compañía del otro. Esta presencia se comunica por medio de gestos que llevan en sí un valor significativo. Por medio del tacto, de la mirada y de las palabras, los cónyuges se transmiten algo más grande que el gesto mismo: comunican la exclusividad del amor. Por lo mismo estos gestos revisten un especial carácter de exclusividad, porque sólo a tal persona amada expresamos así la exclusividad del amor.

Esther María Iannuzzo.


Bibliografía:
MORIANO J.M., Sólo el amor construye. La Familia a la luz del pensamiento de Juan Pablo II, www.lulu.com/spotlight/jmoriano, 2011.

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