Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



domingo, 27 de febrero de 2011

Discurso de Santo padre Benedicto XVI a los participantes a la Asamblea General de la Pontificia Academia Para la Vida


Sabado, 26 febrero 2011


Señores Cardenales
Venerados Hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,
Queridos Hermanos y Hermanas,


Los acojo con gloria en la ocasión de la Asamblea anual de la Pontificia Academia para la Vida.
Saludo en particular al presidente, Mons. Ignacio Carrasco de Paula y le agradezco sus corteses palabras. A cada uno de ustedes le dirijo mi cordial bienvenida. En los trabajos de estos días ustedes han afrontado temas de relevante actualidad, que interrogan profundamente a la sociedad contemporánea y la retan a encontrar respuestas cada vez más adecuadas al bien de la persona humana. El tema del síndrome post aborto –es decir el grave disturbio psíquico experimentado frecuentemente por las mujeres que han recurrido al aborto voluntario – revela la voz insuprimible de la conciencia moral, y la gravísima herida que esa sufre cada vez que la acción humana traiciona su innata vocación al bien del ser humano, que esa testimonia. En estas reflexiones sería útil también poner atención sobre la conciencia, a veces ofuscada, de los padres de los niños que con frecuencia dejan solas a las mujeres embarazadas.

La Conciencia Moral – enseña el Catecismo de la Iglesia Católica – es aquél “juicio de la razón, mediante el cual la persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto que está por realizar, está realizando o ha realizado”(1778). Es, de hecho, tarea de la conciencia moral discernir el bien del mal en las diversas situaciones de la existencia, a fin que sobre la base de este juicio, el ser humano pueda orientarse libremente al bien.
A cuantos quisieran negar la existencia de la conciencia moral en el hombre, reduciendo su voz al resultado de condicionamientos externos o a un fenómeno puramente emotivo, es importante replicar que la calidad moral del obrar humano no es un valor extrínseco o bien opcional y no es tampoco una prerrogativa de los cristianos o de los creyentes, más es común a todos los seres humanos. En la conciencia moral Dios le habla a cada uno e invita a defender la vida humana en cada momento. En este vínculo personal con el Creador está la dignidad profunda de la conciencia moral y la razón de su inviolabilidad.

En la conciencia, el hombre todo entero – inteligencia, emotividad, voluntad – realiza la propia vocación al bien, de este modo la elección del bien o del mal en las situaciones concretas de la existencia finaliza por señalar profundamente a la persona humana en cada expresión de su ser. Todo el hombre, de hecho, queda herido cuando su obrar se desenvuelve de manera contraria al dictamen de la propia conciencia. A pesar de todo, aun cuando el hombre rechaza la verdad y el bien que el Creador le propone, Dios no lo abandona, más, propio a través de la conciencia continua a buscarlo y a hablarle, a fin de que reconozca el error y se abra a la Misericordia Divina, capaz de sanar cualquier herida.


Los médicos, en particular, no pueden descuidar la grave tarea de defender del engaño la conciencia de muchas mujeres que piensan encontrar en el aborto la solución a las dificultades familiares, económicas, sociales o a problemas de salud de su hijo. Especialmente en esta última situación, la mujer viene con frecuencia convencida, a veces por los mismos médicos, de que el aborto representa no solo una elección moralmente licita, sino incluso un obligado acto “terapéutico” para evitarle sufrimientos al niño y a su familia, y un “injusto” peso a la sociedad. Sobre un fondo cultural caracterizado por el eclipse del sentido de la vida, en el cual se ha atenuado mucho la común percepción de la gravedad moral del aborto y de otras formas de atentados contra la vida humana, se le pide a los médicos una fuerza especial para continuar afirmando que el aborto no resuelve nada, más mata al niño, destruye a la mujer y ciega la conciencia del padre del niño, arruinando con frecuencia la vida familiar.

Tal tarea, sin embargo, no concierne solo a profesión médica y a los operadores sanitarios. Es necesario que toda la sociedad se avoque a la defensa del derecho a la vida del concebido y del verdadero bien de la mujer, que nunca, en ninguna circunstancia podrá encontrar realización en la elección del aborto. También será necesario – como está indicado en vuestros trabajos – no dejar de dar la ayuda necesaria a las mujeres que, desafortunadamente ya han recurrido al aborto y están ahora experimentando todo el drama moral y existencial. Muchas son las iniciativas, a nivel diocesano o por parte de distintas instituciones de voluntariado, que ofrecen apoyo psicológico y espiritual, para la plena recuperación humana. La solidaridad de la comunidad cristiana no puede renunciar a este tipo de corresponsabilidad. Quisiera hacer de nuevo, a tal propósito la invitación hecha por el Venerable Juan Pablo II a las mujeres que ha recurrido al aborto: “La iglesia sabe cuántos condicionamientos pueden haber influido en vuestra decisión, y no duda que en muchos casos se ha tratado de una decisión sufrida, quizás dramática. Probablemente la herida en vuestra alma no se ha aun curado. En realidad, lo que ha sucedido ha sido y sigue siendo injusto. No se dejen llevar por el desaliento y no pierdan la esperanza. Sepan comprender, en su lugar, aquello que ha sucedido e interprétenlo en su verdad. Si todavía no lo han hecho, ábranse con humildad y confianza al arrepentimiento: el Padre de toda misericordia las espera para ofrecerles su perdón y su paz en el sacramento de la reconciliación. Al mismo Padre y a su misericordia pueden confiar con esperanza vuestro hijo. Ayúdense con el consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, pueden estar ustedes con vuestro sufrido testimonio entre los más elocuentes defensores del derecho de todos a la vida”. (Enc. Evangelium vitae, 99).


La conciencia moral de todos los investigadores y de toda la sociedad civil está íntimamente implicada también en el segundo tema de vuestros trabajos: la utilización de los bancos de cordón umbilical con fines clínicos y de investigación. La investigación médico científica es un valor, y por lo tanto un compromiso, no solo para los investigadores, sino también para toda la comunidad civil. Brota el deber de promocionar las investigaciones éticamente validas por parte de las instituciones y el valor de la solidaridad de los particulares en la participación en investigaciones dirigidas a promover el bien común. Este valor, y la necesidad de esta solidaridad, se evidencian muy bien en el caso del empleo de las células estaminales provenientes del cordón umbilical. Se trata de aplicaciones clínicas importantes y de investigaciones prometedoras en el plano científico, pero que en su realización dependen mucho de la generosidad en la donación de la sangre del cordón en el momento del parto y de las estructuras adecuadas, para lograr la donación por parte de las parturientas. Invito, por lo tanto, a todos ustedes a hacerse promotores de una verdadera y consciente solidaridad humana y cristiana. A tal propósito, muchos investigadores médicos miran con perplejidad el creciente florecimiento de bancas privadas para la conservación de la sangre del cordón exclusivamente para uso autólogo[1]. Tal opción – como lo demuestras las labores de vuestra asamblea – además de estar privada de una real superioridad científica respecto a la donación cordonal, debilitan el verdadero espíritu solidario que debe animar constantemente la investigación de aquél bien común al cual, en última instancia, tienden la ciencia y la investigación médica.

Queridos hermanos y hermanas, renuevo mi reconocimiento al Presidente y a todos los miembros de la Pontificia Academia para la Vida por el valor científico ético con el cual realizáis compromiso al servicio de la persona humana. Mi deseo es que mantengáis siempre vivo el espíritu de servicio autentico que hace a las mentes y a los corazones sensibles para reconocer las necesidades de los hombres, nuestros contemporáneos. A cada uno de ustedes y sus seres queridos les imparto de corazón mi Bendición Apostólica. 

 
Benedicto XVI




[1] Autologo: (medicina) de la propia persona. Por ejemplo, células madre autólogas son aquellas que se toman del cuerpo del propio paciente. Relativo a un tejido o estructura que se presenta de forma natural y deriva del mismo individuo. Obtenido de los propios tejidos, células o ADN del individuo.


Traducido del original al italiano al español por Esther María iannuzzo.






1 comentario:

Paulina. dijo...

En la clinica hector valdes los hombres también pueden tratarse-