Al tomar en mis manos el periódico de hace unos días encontré la noticia que ha revolucionado España. Toda una tradición milenaria se venía a pique cuando la ley catalana ha prohibido las famosas corridas de toros. Es de notar que la tradición taurina o la tauromaquia ha sido una característica fundamental en la cultura de la madre patria. Hasta este momento legal era un orgullo decirse “amante de los toros”.
Este triunfo catalán ha dejado un mal sabor de boca a la vieja guardia taurina. Los jóvenes, desde hace tiempo, han preferido las arenas de las discotecas y bares, a las arenas del arte taurino. La decadencia económica de las corridas ha dado lugar a esta decisión que los viejos catalanes no perdonarán.
La comunidad internacional ha alabado este gesto como una muestra de aprecio por los animales y está pidiendo que también en otras latitudes se pueda aprobar una ley semejante, pues no debemos olvidar que el resto de España aún vibra al compás del paso doble, y no sólo España. Siendo una tradición que se lleva en la sangre, también los conquistadores supieron infundir este arte taurino en Latinoamérica. ¿Tendremos que cancelar las corridas en tantos países?
Sin embargo, Cataluña y su capital Barcelona, no sólo es conocida por su buen fútbol o su ley anticorridas, sino también como el destino final de tantos seres humanos inocentes que encuentran en Barcelona las clínicas abortivas más extremas de Europa. Si salvar a un toro es motivo de orgullo ¿qué diremos cuando quien muere en la arena es un ser humano inocente?
P. Daniel Muñoz, L.C.
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