Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



domingo, 28 de noviembre de 2010

Papa: La Encarnación nos revela con intensa luz que cada vida humana tiene una dignidad altísima

La homilía pronunciada por el Santo Padre en la Basílica de San Pedro este sábado 27 de noviembre unió las dos intenciones por las que se celebraba la santa misa; las visperas del inicio del tiempo de adviento y la vigilia de oración por la defensa de la vida naciente, convocada por el mismo Papa. En ella el Papa explica la vinculación que existe entre la encarnación del Hijo de Dios, su desarrollo dentro del vientre virginal de María y el desarrollo de la vida de cada uno de nosotros dentro del vientre de nuestras madres, así mismo reitera una vez más la inmensa dignidad que posee cada vida humana.

Queridos hermanos y hermanas, nuestro encuentro esta noche para iniciar el camino de Adviento se enriquece con otro importante motivo: con toda la iglesia queremos celebrar solemnemente una vigilia de oración por la vida naciente. Deseo expresar mi agradecimiento a todos aquellos que se han unido a esta invitación y a cuantos se dedican en modo específico a acoger y a custodiar la vida humana en las diversas situaciones de fragilidad, en particular en sus inicios y en sus primeros pasos. Propio el inicio del año litúrgico nos hace vivir nuevamente la espera del Hijo de Dios que se hace carne en el vientre de la Virgen María, de Dios que se hace pequeño, se hace niño; nos habla de la venida de un Dios cercano, que ha querido recorrer la vida del hombre, desde el inicio, para salvarla totalmente, en plenitud. Y así, el misterio de la encarnación del Señor y el inicio de la vida humana están íntimamente y armónicamente conectados entre ellos dentro del único diseño salvífico de Dios, Señor de la vida de todos y de cada uno. La encarnación nos revela con intensa luz y en modo sorprendente que cada vida humana tiene una dignidad altísima, incomparable.

Creer en Jesucristo comporta también tener una mirada nueva sobre el hombre, una mirada de confianza, de esperanza. Del resto, la experiencia misma y la recta razón testifican que el ser humano es un sujeto capaz de entender y de querer, autoconsciente y libre, irrepetible e insustituible, vértice de todas las realidades terrenas, que exige ser reconocido como valor en sí mismo y merece de ser acogido siempre con respeto y amor. El tiene el derecho a no ser tratado como un objeto a poseer o como una cosa que se puede manipular a complacencia, de no ser reducido a un puro instrumento a beneficio de otros y de sus intereses. La persona es un bien en sí misma y necesita procurar siempre su desarrollo integral. El amor hacia todos, luego, sé es sincero, tiende espontáneamente a convertirse en atención preferencial para los más débiles y los más pobres. Sobre esta línea se coloca la solicitud de la iglesia por la vida naciente, la más frágil, la más amenazada por el egoísmo de los adultos y por el oscurecimiento de las conciencias. La iglesia continuamente repite lo que ha declarado el Concilio Vaticano II en contra del aborto y de cada violación de la vida naciente: “La Vida, una vez concebida, debe ser protegida con máximo cuidado” (Gaudium et Spes 51).  

Existen tendencias culturales que buscan anestesiar las conciencias con motivaciones intencionales. Con relación al embrión en el vientre materno, la misma ciencia pone en evidencia su autonomía que lo hace capaz de interactuar con la madre, de coordinar los procesos biológicos, la continuidad de su desarrollo, la creciente complejidad de su organismo. No se trata de un cumulo de material biológico sino de un nuevo ser viviente, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así ha estado Jesús en el vientre de María, así hemos estado cada uno de nosotros en el vientre de la madre. Con el antiguo autor cristiano Tertulliano podemos afirmar: “Es ya un hombre aquél que lo será” (Apologético IX, 8); no existe ninguna razón para no considerarlo persona desde la concepción.

Por desgracia, también luego del nacimiento, la vida de los niños sigue estando expuesta al abandono, al hambre, a la miseria, a la enfermedad, a los abusos, a la violencia, a la explotación. Las múltiples violaciones a sus derechos que se cometen en el mundo hieren dolorosamente la conciencia de cada hombre de buena voluntad. Frente al triste panorama de las injusticias cometidas en contra de la vida del hombre, antes y después del nacimiento, hago mía la apasionada llamada del Papa Juan Pablo II a la responsabilidad de todos y cada uno: “¡Respeta, defiende, ama y sirve la vida, cada vida humana! Solo por este camino encontrarás justicia, desarrollo, verdadera libertad, paz y felicidad”. (Enc. Evangeium Vitae 5). Exorto a los protagonistas de la política, de la economía y de la comunicación social a hacer cuanto en sus posibilidades, para promover una cultura siempre respetuosa de la vida humana, para procurar condiciones favorables y redes de apoyo para la acogida y el desarrollo de esa.  
 
A la virgen María, que ha acogido al Hijo de Dios hecho hombre con su fe, con su vientre materno, con su cuidado atento, con el acompañamiento solidario y vibrante de amor, confiamos la oración y el esfuerzo a favor de la vida naciente. Lo hacemos en la Liturgia – que es el lugar donde vivimos la verdad y la verdad vive con nosotros – adorando la Divina Eucaristía, en la que contemplamos el Cuerpo de Cristo, aquél Cuerpo que tomó la carne de María por obra del Espíritu Santo, y de ella nació en Belén, para nuestra salvación. ¡Ave, verdadero Cuerpo nacido de María Virgen!, Amén.
 
 
Traducido del original en italiano al español por Esther María Iannuzzo.
 
Para ver el texto original en italiano ingresar a la siguiente dirección:
 

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