Intenciones del Santo Padre Benedicto XVI para el mes de Septiembre 2011

PAPA FRANCISCO

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy comenzamos de nuevo con las catequesis del Año de la fe, reflexionando sobre la resurrección de Jesús. ¿Cómo se ha transmitido esta verdad de fe? En las Escrituras encontramos dos tipos de testimonios al respecto: el primero, las breves fórmulas como la que hemos escuchado en la lectura del Apóstol, que indican con concisión el núcleo de la fe: la pasión, muerte y resurrección del Señor. El segundo, las narraciones que relatan el acontecimiento. Es significativo el hecho de que sean mujeres, que según la ley no podían dar un testimonio fiable, las primeras en anunciar la resurrección. Dios no las elige con criterios humanos sino que mira a su corazón. Su experiencia parte del amor, que las mueve a acudir al sepulcro, y que las hace capaces de acoger el signo de la tumba vacía y el anuncio del mensajero de Dios, y trasmitirlo, pues la alegría y la esperanza que las invade no se puede contener.

Audiencia General 03 de abril del 2013.



viernes, 3 de septiembre de 2010

Cristo, promotor y defensor de la Dignidad de la Mujer.

Encuentro de Jesús con la Samaritana.

La dignidad de la mujer tiene su origen en el haber sido creada a imagen y semejanza de su creador que es Dios, quien desde el primer momento la ama, la llama a ser su hija y la coloca al cuidado del hombre. Y es en comunión con Dios que esa dignidad puede mantenerse en alto.

Esta dignidad que desde el principio de la creación posee la mujer viene confirmada y realzada por Jesucristo, por su manera amable y respetuosa de tratar a las mujeres. Cristo fue ante sus contemporáneos el promotor de la verdadera dignidad de la mujer y de la vocación correspondiente a esa dignidad (1) . En varios pasajes de la biblia podemos ver como Jesús las trata como a un igual en medio de una sociedad que consideraba a la mujer un ser de inferior valor. No tuvo reparos en dejarse tocar por prostitutas y por adulteras, por la hemorroisa, por mujeres en condiciones que las hacían ser consideradas, y aun hoy lo son, impuras, despreciables.

Se dejaba tocar, y él a su vez las tocaba, para sanarlas de cuerpo y de alma. Una vez que estas mujeres se topaban con Jesús en su camino sus vidas cambiaban para siempre. A partir de ese momento es como sí comenzaran a renacer, comenzaran a descubrirse a sí mismas, a valorarse, a reconocerse como hijas de Dios y a dejar que su gracia actuara en ellas.

≤Se sorprendían de que hablara con una mujer≥ (Jn 4,27) porque era un comportamiento contrario a los israelitas de su tiempo, se sorprendían incluso los mismos discípulos de Cristo (2) . El modo de actuar de Cristo, el Evangelio de sus obras y de sus palabras, es un coherente reproche a cuanto ofende la dignidad de la mujer (3).

La dignidad de la mujer se relaciona íntimamente con el amor que ella recibe por su feminidad y también con el amor que, a su vez, ella da. La mujer no puede encontrarse a sí misma si no es dando amor a los demás (4)  . Y es que amar es la vocación a la que están llamados todos los seres humanos, hemos sido creados por un ser que es amor y a imagen y semejanza de ese amor, y por ende, nuestra realización plena no puede darse sí no es en el amor.

Corresponde a cada mujer vivir de acuerdo a la dignidad que le ha dado Dios y que ha confirmado Jesucristo, no solo por el trato que le dio a las mujeres que encontró en su camino, sino también por habernos redimido. El acto de la redención es un hecho que confirma y eleva la dignidad de cada ser humano.

La mujer de todas las épocas y de todas las culturas y religiones siempre ha tenido un gran desafío ante sí: el descubrir su dignidad, el aprender a valorarla y el hacerla respetar. Esa tarea toca a todas y cada una de nosotras sin excepción. Si no valoramos y respetamos nuestra dignidad nadie lo hará.

Debemos reflejar esa dignidad en todos los actos de nuestra vida, en nuestra forma de actuar, lo que decimos, como lo decimos, en nuestra manera de vestirnos y de conducirnos, en la forma como tratamos a los demás y la manera como realizamos nuestro trabajo.

Y como gran ejemplo de una mujer que sabe conducirse resaltando su dignidad está María, la Madre del redentor y madre nuestra, la nueva Eva.


Esther María Iannuzzo.



 

(1) JUAN PABLO II, Mulieris Dignitatem. N 12.
(2) Cf. Ibid.
(3) JUAN PABLO II, Mulieris Dignitatem. N 15.
(4) Cf. JUAN PABLO II, Mulieris Dignitatem. N. 30.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusto su articulo ,me encantaria ver mas,y me encanto ver a los padres legionarios,pertenezco al movimiento, de la secc de se;oritas.Me intresa leer todo esto,me ayuda y reafirma en este camino,es ejemplo de la mujer.Saludos desde Guanajuato,Mexico.
Quiero ver un articulo de la proxima venida a Mexico del papa Benedicto XVI.