En los últimos años se han delineado nuevas tendencias en el afrontar la cuestión femenina. La primera tendencia acentúa fuertemente la condición de subordinación de la mujer, con el propósito de inducir una respuesta por parte de ésta. La mujer reacciona convirtiéndose, para sí misma, en antagonista del hombre. Ante los abusos de poder, ella responde con una estrategia de búsqueda del poder. La segunda tendencia surge de la huella de la primera. Para eliminar cualquier primacía del uno o del otro sexo, se tiende a eliminar sus diferencia consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural. En este nivelamiento, la diferencia corpórea, llamada sexo, viene minimizada, mientras la dimensión solamente cultural llamada genere, es acentuada al máximo y considerada primaria. La motivación más profunada de esta tendencia se dirige en la búsqueda del tentativo de la persona humana de librarse de los propios "condicionamiento biológicos". Así, la mujer, cree que es libre de considerar o no la posibilidad de ejercer la maternidad para la cual su cuerpo y alma fueron diseñados.
La mujer en muchos casos considera que la maternidad es una freno a su libertad y a su derecho de medirse profesionalmente con el hombre. Quienes así piensan ven al hombre no como un compañero, en cualquier ambito, que posee condicionamientos biológicos diferentes a los suyos, más complementarios, sino como un rival al que hay que enfrentarse y vencer a cualquier precio.
Buscando imitar al hombre, la mujer se despoja de lo que le es propiamente femenino, se aleja de su esencia, actúa contra natura y esto ocaciona un gran malestar y una enorme frustración. Vemos los consultorios de los sicólogos y de los psiquiatras llenos de mujeres con una carrera profesional brillante, un gran éxito económico y con sus vidas personales destrozadas, vacias.
La mujer, cualquiera sea su condición social, su condición económica y la sociedad en la que viva sólo podrá realizarse plenamente haciendo uso de las características inherentes a su sexo y desarrollando las habilidades y cualidades personales que Dios le ha dado para su propio bien y para colocarlas al servicio de sus hermanos.
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