Ahora bien ¿pueden existir motivos o valores de tal envergadura por los cuales un hombre o una mujer se sientan impulsados a dar la vida? Y pregunta más profunda aún: ese dar la vida ¿puede ser un acto bueno moralmente hablando?
Hace unos días hice estas preguntas a un grupo de jóvenes en un colegio y la respuesta fue dramáticamente el reflejo de lo que los jóvenes piensan en este momento. No hay valores por los cuales pueda un ser humano dar la vida.
¡Qué desilusión! ¿Por qué luchar entonces? ¿Qué puede dar sentido a una existencia que no se consume? Si no hay valores por los cuales dar la vida, la vida misma pierde su sentido, su encanto, su fuerza transformadora.
Los héroes patrios y los mártires religiosos nos dan una señal muy clara de que existen valores por los cuales es necesario dar la vida. Y ante una misión que cumplir ese dar la vida es un imperativo.
En el periódico de hace unos meses salió la noticia de la muerte de dos adolescentes que se ahogaron en el río Cauca. Ambos amigos de infancia. Uno de los amigos cayó al río. No sabía nadar. El otro se lanzó en su ayuda. La fuerza del río los arrastró varios kilómetros. Ambos se ahogaron. Ese impulso por salvar la vida de su amigo fue un imperativo en la conciencia de un adolescente. Ese imperativo nos une hoy en la lucha por la defensa de la vida de los inocentes, de los que no tienen voz y que, en muchos casos, nunca la tendrán.
Como conclusión podemos afirmar que existen valores por los cuales el hombre está llamado a dar la vida. Uno de esos valores que descubrimos en esta historia es que la vida de otro ser humano vale más que la propia. Por tanto, defender una vida dando la propia vida es un bien moral que trasciende los cálculos de la lógica materialista, hedonista y atea.
En el caso de la defensa de un no nacido ¿cómo podemos hacer eficaz esa defensa? A través del testimonio de coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos efectivamente. Esta coherencia de vida, en muchas ocasiones, puede transformarse en un modo de dar nuestra vida, tal vez renunciando a un puesto de trabajo; quedando mal con amigos que piensan diferente; perdiendo el curul y el voto en un partido político porque sigo mi conciencia y no la conveniencia política; teniendo más hijos cuando estar a la moda es tener más perros y gatos… Unos principios claros y un poco de imaginación nos darán las herramientas necesarias para defender este derecho fundamental: la vida.
P. Daniel Muñoz, L.C.
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