«Ser fiel es la virtud de los fuertes, de los convencidos.
Te invito a formar parte de este equipo, te llenará de
satisfacción y paz interior».
"Si sólo damos, nos vaciamos; si sólo recibimos, somos egoístas. El amor es dar y recibir". |
La virtud de la fidelidad, en general, “no es otra cosa que la lealtad, la cumplida adhesión, la observancia exacta de la fe que uno le debe al otro” (Teología de la perfección cristiana, P. Royo Marín, Editorial BAC, Pág. 777); ella nos lleva a mantener, a través del tiempo, el compromiso tomado en un momento determinado de la vida. La fidelidad, hija de la fortaleza, es la constancia en un comportamiento determinado; se refiere a lo que creemos, a nuestros principios y a nuestro prójimo. En el mundo de hoy cada vez encontramos más ausente esta virtud, con mucha facilidad se engaña, se miente, se ocultan cosas. Hoy queremos valorar este don y compromiso con las personas que queremos.
Abarca lo que se cree, lo que se piensa y se valora, aceptando incomprensiones, desafíos, burlas, silencios y aún calumnias, antes que permitir renunciar o poner en conflicto lo que se piensa, lo que se cree y lo que se vive en el ámbito de las creencias religiosas, del amor a la patria, a nuestra vocación religiosa, a la familia, a nuestro cónyuge, a nuestros amigos y afectos más cercanos, a nuestras ideas, principios, convicciones o a nuestra palabra empeñada. Ser fiel es la virtud de los fuertes, de los convencidos. Te invito a formar parte de este equipo, te llenará de satisfacción y paz interior.
1) Reflexionar en lo sagrado del matrimonio a los ojos de Dios.
Es un camino de realización personal y es sagrado porque viene de Dios, y lo que Dios quiere es siempre bueno. Es sagrado, porque Cristo lo elevó a sacramento; es el símbolo del amor de Dios a la humanidad. Es recomendable y, muy provechoso, leer la carta a los Efesios.
2) Estar dispuesto a dar y a recibir.
Cada uno tiene un tesoro que debe estar dispuesto a compartir con el otro, cada uno tiene características propias que debe poner al servicio del otro. La mujer es más intuitiva, generosa, delicada, tierna, con más tacto. El hombre es más pragmático, racional, firme. Mutuamente deben compenetrarse y complementarse en las carencias de cada uno. Hay que dar y recibir. Si sólo damos, nos vaciamos; si sólo recibimos, somos egoístas. El amor es dar y recibir.
3) Desvivirse en detalles para con el otro.
El detalle es la esencia, el extracto del amor: "Dime qué detalles tienes con tu esposo/a y te diré cómo es tu amor".
Detalles que una mujer pediría a su esposo:
No te quejes de estar agotado por el trabajo, escúchame.
Después de una discusión no pases tres días sin hablarme y enojado.
No me recuerdes continuamente mis faltas pasadas.
De vez en cuando dime que me encuentro linda, agradable.
Durante el desayuno y la cena préstame atención, que no soy una pared.
Háblame un poco de lo que vas a hacer, aunque sea trivial.
Preocúpate por tus hijos cuando llegas a casa.
Colabora en las tareas de la casa.
Algún día, en especial, llévame a cenar fuera.
Dame un beso al despedirte.
Detalles que un esposo pediría a su mujer:
Llena mis tiempos de descanso con calma y sosiego y háblame de los gastos en el momento oportuno.
Gasta menos, sé más económica.
De vez en cuando elógiame, elogia mi carrera pues “mi triunfo es también tuyo”.
Nunca compares nuestro matrimonio con otros.
Sé oportuna cuando tengas que corregirme y nunca delante de nuestros hijos y amigos.
No te quejes por todo ni discutas por cosas pequeñas.
No rechaces sistemáticamente a mis amigos y mis gustos.
No solo me reclames que le deje más tiempo a nuestros hijos.
4) Respetar las características del otro.
No podemos cambiar las características del otro, al contrario, debemos enriquecernos de ellas. El otro es distinto de ti, por lo tanto, respétalo. El respeto significa: capacidad de perdonar, apertura, no estar viendo solo los defectos del otro, comprensión. El respeto se puede quebrar de tres maneras: con la palabra (dura, grosera, soez), por actos (agresión física), o con gestos (caras largas, desprecios, silencios elocuentes). Hay que saber ver las virtudes del otro y halagarlas.
5) Evitar discusiones innecesarias.
Las discusiones innecesarias desunen y destruyen la armonía familiar. No se debe discutir, se debe analizar. Con las discusiones se ganan enfados, nervios, tensiones, desgastes inútiles, malos ejemplos a los hijos, visitas al psicólogo o al psiquiatra.
Comienza a analizar estos cinco primeros mandamientos de la fidelidad y, con ánimo renovado, dale el valor y el peso que merece, para que así, tu vida, se vea siempre plenamente realizada.
P. Dennis Doren, L.C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario