Ya es hora de que la mujer, en general, deje su papel de víctima y asuma la acción para defender lo que le es justo según su dignidad y según la ley de Dios. Cada una de acuerdo a su formación y a sus posibilidades, porque sí bien es cierto, que muchas mujeres han sufrido y sufren muchas injusticias en diversos ámbitos, también es cierto que a muchas mujeres les resulta más fácil y más cómodo dejarse guiar y controlar y que sean otros los que decidan por ellas, que sean otros los que tengan la responsabilidad de sus vidas.
En la biblia se encuentran algunos pasajes en los que Jesús, a las mujeres a las que sana o resucita les dice: “Levántate”: a la suegra de Simón Pedro que se encontraba con fiebre, Jesús se acercó, la tomo la mano y la levantó (Mc 1,29-31). Luego de resucitar a la hija de Jairo tomó a la niña de la mano y le dijo “Talitá Kum”, que quiere decir “levántate”. La niña se levantó al instante (Mc 5,41). A la mujer que estaba encorvada y no podía enderezarse, al verla Jesús le dijo “mujer quedas libre de tu enfermedad” y le puso las manos. Al instante se enderezó y glorificaba a Dios (Lc 13,11-13).
¿Cómo podemos interpretar hoy ese ¡levántate! de Jesús a aquellas mujeres?, ¿Qué significado tiene para nosotras en la actualidad?
Ese ¡levántate! es una llamada a salir de las situaciones de sometimiento, abusos, desigualdades frente al hombre e injusticias en las que se encuentran sumergidas muchas mujeres aun cuando en muchas culturas éstas hayan logrado algunos avances en pro de sus derechos. Es una llamada a tomar la responsabilidad de nuestras vidas, a buscar la ayuda necesaria y a brindarnos apoyo las unas a las otras para asumir la posición que nos corresponde ante nosotras mismas, en nuestra vida íntima y personal, y en la sociedad.
Ese ¡levántate! es una llamada a salir de las situaciones de sometimiento, abusos, desigualdades frente al hombre e injusticias en las que se encuentran sumergidas muchas mujeres aun cuando en muchas culturas éstas hayan logrado algunos avances en pro de sus derechos. Es una llamada a tomar la responsabilidad de nuestras vidas, a buscar la ayuda necesaria y a brindarnos apoyo las unas a las otras para asumir la posición que nos corresponde ante nosotras mismas, en nuestra vida íntima y personal, y en la sociedad.
Debe quedar claro, de una vez por todas, en las diferentes culturas y en todos los ámbitos sociales: que la mujer posee la misma dignidad y los mismos deberes y derechos que posee el hombre. Que la mujer no es propiedad del hombre ni debe estar sometida a él. Pero todo esto, tenemos que creérnoslo primero nosotras mismas y actuar en concordancia con ello. No podemos prestarnos a ser utilizadas, abusadas e irrespetadas en ningún sentido. No debemos rebajarnos ni vendernos ante nada ni ante nadie como precio a pagar para poder asumir una mejor posición o un mejor empleo.
Levantarse no es vengarse de quienes le tenían sometida ni es asumir el papel de someter a otros como lo han hecho con ella.
Todas las características, habilidades y atributos femeninos de los que Dios revistió a la mujer deben servirle a ésta para que de manera digna y respetuosa tome control de sí misma y asuma de manera responsable los roles que le toca asumir. Su comportamiento debe servir de guía y ejemplo a las mujeres que le rodean.
Esther María Iannuzzo.
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