
El aborto no es un "derecho de la mujer" y mucho menos un "derecho humano" como lo ha llamado Hillary Clinton.
El derecho a la vida de cada ser humano nos concierne a todos. Los que estamos en capacidad de defender la vida de los que no pueden defenderse (los que están en el vientre de sus madres y los enfermos terminales), tenemos el deber moral de actuar en consecuencia, de ser la voz de los que no tienen voz y de los que no pueden expresarse .
El aborto es siempre un hecho ilícito, no existe ninguna causa, nigún motivo, que justifique sacrificar la vida de un ser humano inocente e indefenso. El aborto no soluciona nigún problema, por el contrario, es el origen de otros problemas. Los hombres y mujeres que han acudido al aborto como una salida se enfrentan a un dolor que les dura toda la vida, es una herida abierta que duele siempre, que consciente o inconscientemente se refleja en sus acciones, en su relación consigo mismos y con los demás.
Los que ocupan cargos políticos, los respresentates de nuestros países, han sido electos para defender y salvaguardar la vida de todos y cada uno de los ciudadanos de las naciones a su cargo. Tienen el deber desde las posiciones que ocupan de procurar que sean respetados todos los derechos humanos de todos sin excepción.
No han sido electos para propiciar y facilitar la muerte de sus hermanos. Los políticos no son dioses, son empleados al servicio del pueblo, pagados por el pueblo y deben cumplir con pulcritud, decencia y alto sentido moral su trabajo, la misión para la cual fueron llamados.
El aborto es un homicidio, desde el suelo sobre el que fué derramada, la sangre del que fué asesinado clama justicia a Dios (cf. Gn 37,26; Is 26,21; Ez 24, 7-8).
Dios nos pedirá cuentas a cada uno de nosotros sobre lo que hayamos hecho con la vida de nuestros hermanos.
Esther María Iannuzzo.
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